Tras Zinemaldia –o lo que es lo mismo, el Festival de Cine de San Sebastián–, el glamour y la gran fiesta de su 70 aniversario, la capital donostiarra vuelve a su rutina. Sin alfombras rojas, flashes y mega estrellas –este año, la gala de clausura estuvo protagonizada por Diane Kruger y Liam Neeson– Donosti desacelera el pulso y recupera su sabor marinero, sus rincones fuera de ruta y sus espacios fetiche. Es el momento de recorrerlos a fondo.
1. El Aquarium y el Puerto Viejo

El amor de esta ciudad por el mar se plasma en espacios como el Aquarium (14 €) y el Museo Marítimo Vasco (gratuito), en el Puerto Viejo. Ambos proponen un gran número de actividades –no te pierdas el espacio táctil del Aquarium, el esqueleto de una ballena franca, el túnel de 360º bajo tiburones y rayas, las experiencias nocturnas…– todo con intención divulgativa, didáctica y lúdica.
2. El Carrusel y la zona más romántica

Junto al Ayuntamiento, en los jardines de Alderdi Eder, el Carrousel Palace lleva dando vueltas desde su inauguración, en 1998 –excepto los días de la Semana Grande, que se desplaza de ubicación para dejar paso a los fuegos artificiales–, como réplica de aquella época dorada que fue la Belle Époque de 1900. Caballitos, delfines, cisnes y carruajes se distribuyen en dos pisos y, la parte inferior del techo, está decorada con reproducciones de pintores famosos: Van Gogh, Picasso, Monet, Gauguin…
3. El Kursaal, un icono en la desembocadura del río Urumea

Aunque acoge numerosos eventos y actuaciones –por aquí han pasado desde Kusturica hasta Serrat– el Kursaal es mundialmente famoso por su íntima relación con el Festival de Cine de San Sebastián: es una de sus sedes oficiales y el espacio donde se celebra la gala de inauguración y la de clausura. Estas dos estructuras abstractas –y sus fachadas con planchas de vidrio a modo de escamas– diseñadas por Moneo son, por derecho, una de las tarjetas de visita más universales de la ciudad.
4. El exclusivo Hotel María Cristina

La historia del Hotel María Cristina va ligada a la de la aristocracia europea, cuando, a finales del siglo XIX, la reina puso a San Sebastián de moda por las propiedades terapéuticas de los baños de mar y lo convirtió en el destino favorito de la realeza. La propia María Cristina fue la primera en alojarse en el hotel en su inauguración en 1912. En la actualidad, el establecimiento pertenece a la línea Luxury Collection de Marriott, pero su nombre sigue ligado a las grandes estrellas de Hollywood: por aquí han pasado Elizabeth Taylor, Julia Roberts, Brad Pitt…
5. El Palacio de Miramar y sus jardines

En el Barrio del Antiguo, el más añejo de la ciudad, el Palacio de Miramar es una atalaya verde desde donde ver la unión entre la playa de la Concha y la de Ondarreta. Construido en 1893 con estética británica, el palacio funcionó como residencia de verano de los reyes –aquí estudió Juan Carlos de Borbón– hasta 1973, cuando lo compró el Ayuntamiento. En la actualidad, es sede de los cursos de verano de la Universidad del País Vasco y acoge conciertos y exposiciones. Sus jardines con hortensias y sus pavos reales son ya míticos.
6. El Peine del Viento y la fuerza del mar

Justo donde termina la bahía de la Concha fue el lugar elegido por Eduardo Chillida para colocar el Peine del Viento, un conjunto de 3 esculturas de acero corten de más de 9 toneladas cada una. La instalación se realizó en 1977 y, en realidad no es una única obra, sino la nº 15 de un serie de 23, algunas de las cuales se exponen en el Museo Reina Sofía o en el Chillida Leku de Hernani. Estas, son un desafío constante a la fuerza del mar y el viento y, como quería el autor, consiguen que el viento se peine antes de entrar en la bahía.
7. El impresionante Monte Igueldo

La subida al Monte Igueldo lo tiene todo: el tren cremallera de madera construido en 1912 –la estación también es una maravilla–, el parque de atracciones vintage que te espera en lo alto –no te pierdas el Laberinto Mágico, el Paseo de la Risa o la Montaña Suiza que se eleva sobre el mar– y las espectaculares vistas de toda la bahía de la Concha y la isla de Santa Clara. Aprovecha para visitar el Torreón –del siglo XVIII, con fotos y objetos que describen la historia de la zona–, acercarte al faro o, simplemente, ver el atardecer sobre la ciudad.