No lo decimos nosotros, sino la European Best Destinations, que ha colocado a esta ciudad –la única española– en el tercer puesto de su lista de mejores destinos europeos para viajar en primavera, solo por detrás de Stavanger (Noruega) y Dublín (Irlanda). Además de ver el Kursaal, pasear por la La Concha y tapear por Lo viejo, Donosti tiene muchos rincones menos concurridos que merecen una visita. Estos son nuestros 8 favoritos.
1. La playa de Ondarreta

Aquí no tienes ni los turistas de La Concha ni los surfistas de Zurriola. En Ondarreta abundan las familias –cuenta con un parque infantil ubicado en la propia arena– y un público tranquilo que disfruta sus características casetas de rayas y valora el que ésta sea la playa menos concurrida de la ciudad. Además, su cercanía con el Palacio de Miramar y el Funicular del Monte Igueldo te permiten completarla con otros planes.
2. Los jardines de la Plaza de Guipúzcoa


Tómate un respiro en este minioasis situado en pleno centro, el primer parque público de la ciudad. Su reloj de flores, el templete meteorológico y la mesa horaria ponen la nota diferente en un espacio que derrocha romanticismo por los cuatro costados, desde los cisnes y patos del estanque hasta el puentecito, la pequeña cascada, los parterres de flores…
3. La Construcción Vacía de Oteiza

En pleno Paseo Nuevo y cerca del Aquarium, la Construcción Vacía de Oteiza, compite con el Peine del Viento de Chillida, al otro lado de la bahía. Estos 6 m de acero corten –que realmente se llama Construcción Vacía con cuatro unidades negativo-positivo– llevan veinte años llenando de vanguardia este rincón donostiarra y son un codiciado photocall de instagrammers, que buscan diferentes instantáneas en cada perspectiva de esta obra.
4. Un catálogo secreto de art déco



Puede que «Modernismo» y «San Sebastián» sean dos conceptos que te cueste unir. Pero el esplendor económico y artístico que vivió la ciudad a principios del siglo XX saltó a los edificios y dejó una variada e interesante muestra de arquitectura modernista. Revisa la fachada de Garibai, 21; la de Aldamar, 9; y, en la zona centro, el paseo del Árbol de Guernica, Easo, 47; Larramendi, 1; y los números 17, 25 y 28 de la calle Prim.
5. El pulmón verde de Cristina Enea


Egia es una barrio que cada vez nos gusta más y al que puedes llegar desde el puente de María Cristina, con la estación del Norte al fondo, tras atravesar el paso subterráneo. Aquí tienes el parque Cristina Enea, un lugar bucólico donde sentarte a leer rodeado de pavos reales, pero también un lugar reivindicativo, con Homenaje a Gladys, una escultura en recuerdo a Gladys del Estal, la joven muerta por la Guardia Civil durante una manifestación antinuclear, en 1979. Si el día no acompaña, aprovecha para ver la última exposición en el espacio Tabakalera o comer en algún restaurante de la zona, sin apenas turistas.
6. Una barandilla con historia

Pocas ciudades en el mundo tienen como icono más representativo una barandilla. Ésta es histórica –nació en 1910 pero hasta 1916 no la inauguró Alfonso XIII– y cuenta con 271 tramos –cada uno de ellos pesa 50 k– a lo largo del Paseo de la Concha que hubo que restaurar en 1999. Además, tiene algún que otro fallo –hay una parte con un patrón diferente y, otra, con una flor de lis dada la vuelta– y hasta dicho propio: «eres más donostiarra que la barandilla de La Concha».
6. La cerámica de Zuloaga


Daniel Zuloaga –tío del pintor Ignacio Zuloaga– firma la mayoría de las cerámicas que decoran numerosas fachadas y construcciones de San Sebastián, siguiendo la moda que impera en Europa en la segunda mitad del siglo XIX de decorar los edificios, una tendencia llamada arquitectura del color. Nos gustan especialmente la de la calle Prim, con estética modernista, y las del puente de María Cristina –inspirado en el de Alejandro III, en París– y el edificio de Correos, en la calle Urdaneta.
7. El Buen Pastor, por fuera y por dentro


Su silueta neogótica emerge al sur del casco antiguo y los 75 m de su torre –la más alta de la ciudad– sirve como punto de referencia. Pero la Catedral de San Sebastián –Buen Pastor, para los amigos– tiene también mucha vida interior. Te gustará su órgano, uno de los más grandes de Europa, y la suave luz de colores que reflejan sus cristaleras.