A poco más de una hora de Madrid, Cuéllar es uno de los secretos mejor guardados de Segovia. Situada en el noroeste de la provincia y con poco más de 9.800 habitantes, su oferta patrimonial y de ocio es tan extraordinaria y apabullante que resulta imposible de asimilar en una única visita. Cambiamos el significado de su apellido, Ciudad de las Tres Culturas –cristiana, judía y árabe–, por sus tres auténticas culturas: la natural, la gastronómica y la artística. Pero cuando te adentras en este pequeño universo te topas con un entramado de vinos de autor, tiendas delicatessen, proyectos culturales, iglesias, teatro de vanguardia, etc. tal que merece ser contado con calma.
En esta primera toma de contacto, te desvelamos los 10 puntos que debes conocer de Cuéllar para empezar a disfrutarla.
1. Recorrer el Castillo de los Duques de Alburquerque
El Castillo de Cuéllar, Castillo de los Duques de Alburquerque para los amigos, es la joya de la corona de la villa. Todo pasa por esta magnífica construcción gótica, que se empezó a construir en el siglo XI y que cuenta con una galería renacentista, con vistas al jardín. Fue residencia de la corte de los Duques de Alburquerque, que vivieron aquí hasta la Guerra de Independencia, cuando los ingleses echaron a Víctor Hugo, padre del escritor, y Wellington lo convirtió en cuartel general. Siglos después, en la Guerra Civil, el Castillo se convirtió en cárcel de presos políticos y hospital de tuberculosos, y Delibes se inspiró en él para escribir Las guerras de nuestros antepasados.
En la actualidad, el Castillo conserva el Archivo Histórico Municipal y acoge un instituto de secundaria –sus aulas, en un torreón, son los quesitos– y la Oficina de Turismo de Cuéllar. Además, propone visitas teatralizadas –a cargo de una compañía contratada de forma estable por el Ayuntamiento– con obras como Discantus, Los Nadie, Castillo de Ánimas y Cuervos, entre otras, todas con una cuidadísima puesta en escena en la que desde la música hasta los personajes y el vestuario están documentados al milímetro.
2. Pasear sobre las murallas
Están declaradas Monumento Histórico Artístico desde 1931 y sus dos recintos, el fortificado y el urbano, ambos con contramuralla, son uno de los más importantes de Castilla y León. Pero, aparte de su trascendencia histórica, te recomendamos que subas a lo alto de las Murallas de Cuéllar, camines a lo largo sus 2 km de longitud –habilitados después de su excelente rehabilitación, en 2010– y, simplemente, te dejes llevar por la importancia de su adarve, una monumentalidad fronteriza que, dentro, te traslada a su antigua función militar, pero también recaudatoria –el derecho de portazgo–, de protección de enfermedades y control de mercancías. Y, fuera, te permite ver la Huerta del Duque, a sus pies, y una panorámica de lujo sobre Cuéllar.
3. Descubrir los tejados y las tejas al revés
Subes a las Murallas, fotografías el skyline de Cuéllar, revisas todas las torres –¿cuántas eres capaz de contar? ¿10, 12?–, te fijas en los tejados… y no, no te preocupes, ves bien: las tejas están colocadas al revés. Es lo que se llama tejado a canal, una práctica copiada de los árabes que coloca la parte cóncava de la teja hacia arriba, Con esto, se evitaba la inestabilidad de los tejados, a veces muy comprometida por el peso de la nieve o los nidos de los pájaros. Esta disposición de las tejas se utiliza en otras localidades de Segovia –incluso en puntos de Valladolid, Burgos y Ávila–, pero en Cuéllar, la vista de todos los tejados desde las Murallas, es todo un espectáculo.
4. Ver el primer reloj de torre de toda España
Además de su belleza, la iglesia de San Miguel es uno de los 10 imprescindibles en tu primera visita a Cuéllar. Situada en la Plaza Mayor, este edificio gótico cuenta con elementos románicos, mudéjares y renacentistas y, en su interior, esconde joyas como un cuadro de Lucas Jordán de la Virgen, San Joaquín y Santa Ana, y un Cristo Yacente de la escuela de Gregorio Fernández. Pero, ¿qué tiene de especial esta iglesia? Su reloj de torre –que se conmemora con una plancha metálica–, el primero de este tipo de toda España, colocado en 1395.
5. Admirar el órgano transgresor en la iglesia de Santa María de la Cuesta
La iglesia más antigua de Cuéllar es Santa María de La Cuesta. Tras una cuidadísima restauración a cargo de los hermanos Nieto –los mismos arquitectos cuelleranos que se encargaron de las Murallas–, ya se pueden ver algunas de las joyas que atesora este espacio, cuyo origen se remonta al siglo XII y que fue visigodo antes de ser barroco, renacentista, mudéjar… Te encantará el atrio y el retablo barroco –con una imagen central de la Inmaculada– pero, sobre todo, te gustará el órgano, con la trompetería dispuesta de forma horizontal, en contra de los dictámenes europeos de la época, que marcaban una disposición vertical. Situado extramuros, en el barrio de El Salvador, abre al público en verano, Navidades y Semana Santa.
6. Practicar el ‘buey turismo’
Chorizo, salchichón, paté, carpaccio, cecina, dumplings… ¿Cuántos platos se pueden sacar de un buey? En La Brasería de Cuéllar consiguen más de 30 platos con todos los cortes y preparaciones que te puedas imaginar (o no) de este animal. Aquí no hay experimentos, sólo muchos años de trabajo y una materia prima de lujo que se traducen en una sabrosa apuesta de alta cocina. Orgullosos de su producto, las reservas de mesa incluyen, como cortesía, una visita a la Finca Terrabuey, su propia ganadería de bueyes, con un recorrido guiado donde te explicarán todo sobre la sostenibilidad en el proceso de crianza de estos machos castrados con más de 4 años.
7. Examinar la producción de los pinos resineros
La resina es el oro vegetal de Cuéllar. En esta tierra de pinares, que cuenta con 15.000 hectáreas para pasear y disfrutar la naturaleza, los pinos piñoneros son minoría frente a los resineros, un exponente vivo de cómo se ha vivido en la zona durante años, cuando los trabajadores de la resina vivían dentro de los pinares para facilitar su trabajo. La resina se extrae cuando el árbol alcanza aproximadamente 50 años; en ese momento, se practica una hendidura y se coloca un pote en el que irá cayendo este líquido viscoso o miera, que se aplica en la industria química y cosmética y del que se obtienen disolventes, barnices y fijadores de perfume, entre otros derivados. En la actualidad, se estudia el uso de la resina como alternativa limpia de combustible.
8. Ir a por setas
La micología es uno de los motores naturales y turísticos de la localidad. Las especies abundan y, en otoño, es habitual ver a grupos de paseantes y senderistas, equipados con su cesto de mimbre, en busca de algún preciado ejemplar. Hay tantas y de tantos tipos, que se dividen por zonas: desde las que crecen en prados y claros de bosque –como el parasol y la senderilla–, hasta las setas de rebollares y encinares –la falsa oronja, el boleto cetrino…– y las setas de pinares, como la babosa, la negrilla y el níscalo, que aquí llaman nícalo, sin ese. Si te interesa el tema, apúntate a una de las Jornadas Micológicas que se realizan periódicamente –los días 26 y 27 de noviembre se celebra la edición XXII –, con exposición didáctica de especies y excursiones de recolección.
9. Fotografiar un zorro
Los pinares, junto al río Cega, son un extraordinario paisaje rebosante de naturaleza por tierra, mar y aire. En un paseo puedes encontrar desde nutrias, sapos de espuelas y ranitas de San Antonio hasta oropéndolas, abejarucos, milanos reales y avefrías, pasando por jabalíes, tejones, topos, corzos y zorros. Debido a sus hábitos, éstos últimos son más difíciles de observar y, habitualmente, lo único que obtendrás de ellos es el rastro –en forma de excrementos o huellas– de que han estado ahí; pero, a veces, los pinares esconden regalos únicos, como este zorro, que nos sorprendió en uno de los paseos.
10. Dormir en un albergue muy particular
¿Te imaginas dormir en un albergue con mucha historia? Este, rehabilitado (y gestionado) por el Ayuntamiento, ocupa el antiguo Hospital de La Magdalena, un lugar específico para tratar enfermedades venéreas y de transmisión sexual. Por eso, si miras la capilla gótica que está a su lado –también llamada de La Magdalena, en la imagen de arriba–, y te fijas en la portada, verás un hombre tallado en piedra masturbándose: era el cartel anunciador de la época, avisando de todos los males que podía traer esta práctica.
Pero el Albergue de Cuéllar (Tel: 722 52 95 67) es un espacio muy agradable, accesible para personas con movilidad reducida y con parking para bicis; además, puedes encargar desayuno –y te recomendamos que lo hagas, porque está exquisito– y su ubicación, en pleno centro histórico, en la judería, te permite visitar cómodamente los puntos de interés. Y planificar tu próxima visita a Cuéllar.
Muchas gracias, José Manuel, me alegra que te guste. Es nuestra penitencia particular por no haber descubierto esta maravilla hasta ahora. Y aún nos queda mucho por contar.
Fantástico reportaje. De esos que despiertan las ganas de conocer el destino.
Te felicito.