El más rebelde de los territorios y el último en anexionarse a Álava fue la Rioja Alavesa, una comarca marcada por la estética medieval y los buenos vinos que no defrauda. Te invitamos a disfrutar ambos placeres de la mejor forma: en una ruta sensorial que va de Laguardia, su capital, a Elciego, uno de sus antiguos barrios, en la que no faltan una iglesia mediática y una entrañable –la de San Juan Bautista, patrón de los rabudos, uno de los gentilicios de los habitantes de Laguardia, un sitio perfecto y calentito para pasar una tarde de invierno–, dantzaris que bailan a la hora en punto, vinos de lujo –los de Bodegas Murua– deseosos de dejar sin habla a los paladares más expertos, arte donde no pensabas que habría arte y una sensibilidad especial a la hora de entender el lenguaje de los viñedos que, además, es sostenible. Descubrimos tres maravillas de Laguardia y otras tres en Elciego, 6 sorpresas de lujo en la Rioja Alavesa (vino incluido).
1. Santa María de los Reyes, un pórtico que enamora


La primera visita que tienes que realizar sí o sí en Laguardia –la capital de la comarca de la Rioja Alavesa– es la Iglesia de Santa María de los Reyes –iglesia de verano, para los amigos– y su espléndido pórtico. Su construcción se dilató tanto en el tiempo –entre los siglos XII y XIV– que acumula los estilos de diferentes épocas, desde románico hasta gótico y renacentista, pero lo importante está en el interior: un retablo policromado sobre piedra –no, no es madera– y exquisitamente trabajado. En el siglo XVI, este pórtico se cerró con una puerta que la protegía de la intemperie, gracias a lo cual la pintura se ha conservado intacta y mantiene todos sus detalles: desde el movimiento de los pliegues de las túnicas hasta la torsión en las figuras de la Virgen o los Apóstoles, que imprime mayor naturalidad. La visita –incluye una proyección sobre el pórtico (4 €)– se reserva en la Oficina de Turismo.
2. Un corazón medieval con autómatas que dan la hora


Recoleta, minúscula y porticada, la Plaza Mayor marca el pulso vital de Laguardia. Ubicada entre Mayor y Santa Engracia –dos de las calles que, junto a Páganos, atraviesan longitudinalmente la villa– aquí se concentran el Ayuntamiento antiguo y el nuevo, este último, con el escudo y un reloj carrillón con autómatas que anuncian las horas. A las 12 h, 14 h, 17 h y 20 h, dos dantzaris y el Cachimorro –el jefe del grupo– salen a bailar a ritmo de pasacalles. Y todo bajo la atenta mirada de una gigantesca escultura, un viajero de bronce de 2 metros de alto y 210 kilos de peso, colocado aquí el pasado mes de octubre para conmemorar los 25 años del reloj de autómatas. Es el último e ilustre visitante en llegar a esta plaza, centro neurálgico de Laguardia y único enclave del País Vasco que pertenece a un prestigioso club de belleza: la asociación de Los pueblos más bonitos de España.
3. San Juan, la iglesia de invierno con suelo radiante


La temporada eclesiástica otoño-invierno se centra en la iglesia de San Juan Bautista, una joya ecléctica y multiestilos situada junto a la entrada sureste de la villa, declarada Bien de Interés Cultural. Su suelo radiante la convierte en la iglesia de invierno –de hecho, entre marzo y octubre no celebra misas que, en estos meses, se reservan para la Iglesia de Santa María de los Reyes, la de verano–. Si esto te llama la atención, te sorprenderá aún más saber que consta de tres puertas –la de Los Abuelos, románica, tiene cinco arquivoltas y se construyó en el siglo XII– y que, entre sus adornos, se descubren figuras como un dragón, una sirena y hasta un mono tocando el tambor, en el coro central. Además, nació siendo fortaleza pero en el siglo XVI su torre, un castillo medieval añadido posteriormente, se aprovechó para colocar el campanario del que, por cierto, se cayó una campana un 31 de diciembre.
4. Los vinos-joya de Bodegas Murua


Si echabas en falta ver (y probar) un buen vino, la otra pata que sostiene la potente oferta turística de la Rioja Alavesa, aquí lo tienes. Entre tanta calidad y cantidad nos quedamos en Bodegas Murua por su especial sensibilidad a la hora de satisfacer tanto a los paladares expertos como a los que buscan una experiencia global. Murua es el buque insignia de Masaveu Bodegas –que cuenta con otras cuatro bodegas con otras tantas D.O.– y la finca donde la familia Masaveu inició un sueño que, en 2024, cumplirá 50 años. Mientras, la fiesta sigue en cada mágico trayecto que va de la vendimia al descorche de una botella, una oferta con una gama tradicional –con Murua Reserva y el excelente Veguín de Murua Gran Reserva– y otra vanguardista –con M de Murua y VS Murua–, además de un blanco muy personal, un plantel de vinos delicados y con carácter que puedes saborear en varias experiencias (desde 20 €).
5. Enología y arte, un tándem que funciona


Si eres de los que no sabes con qué maridar un plato de alcachofas o unos espárragos, en Murua lo tienen claro: el mejor acompañamiento de un buen vino es una buena obra de arte. Y aquí lo hay en cada rincón, desde el edificio principal –con la arquitectura de las casas solariegas de esta zona de la Rioja Alavesa– hasta música que se puede contratar en experiencias personalizadas y eventos privados. La extraordinaria colección privada de arte –con obras de artistas como Álvarez de Sotomayor, Juan de Arellano, Francisco de Goya y Miquel Barceló, entre otros– y la exclusiva biblioteca –con más de 2.455 libros y revistas relacionados con el mundo del vino, desde el siglo XVI hasta nuestros días– completan este maridaje artístico, un catálogo que puedes ver a fondo en la experiencia Visita Masaveu Bodegas, junto con visita guiada al viñedo y la bodega y degustación de vinos de sus diferentes zonas (50 €).
6. Viticultura regenerativa: el arte de escuchar a la tierra


A los pies de la Sierra de Toloño, Murua cuenta con 80 hectáreas de viñedo propio, una rara avis en un territorio donde lo habitual es tener 1 o 2 hectáreas. Y un as en la manga que le permite controlar la calidad pero también experimentar con diferentes variedades de uva plantadas en diversos suelos, orientaciones, alturas… Dentro de esta experimentación, el objetivo es conseguir la sostenibilidad –la bodega tiene el 100% de sus hectáreas inscritas con certificación ecológica y cuenta con el sello Sustainable Wineries for Climate Protection– y un diálogo fluido entre naturaleza y viñedos en el que la intervención del hombre sea mínima. Es lo que se ha dado en llamar viticultura regenerativa, una corriente agroforestal que aboga por regenerar el suelo y aumentar su capacidad a la hora de capturar el carbono manteniendo el ritmo natural. Y todo con la misma excelencia y personalidad en cada uno de sus vinos.