Castillo Doña Urraca Museo del Vino Salvaterra de Miño El viajero global

Salvaterra de Miño, un jardín apasionado por el vino

Al sur de Pontevedra, este municipio es un destilado con lo mejor de Galicia, un enclave para disfrutar sorbo a sorbo. Antiguo y sorprendente, su historia está impresa en su propio nombre, Salvaterra –en el siglo XII, Fernando II de León mandó amurallar este fuerte para salvar la tierra de la invasión lusa– y su apellido, de Miño, uno de los cinco ríos que lo atraviesa y que vertebra gran parte de su vida. Su alma fronteriza, su patrimonio, sus paseos entre puentes medievales y orquídeas, y su apuesta por la buena mesa –en la que no puede faltar un plato tan especial como la lamprea–, se completan con su pasión por el buen vino. Es el reino de los albariño y condado, D.O. Rías Baixas, un arte para conocer a través del Museo da Ciencia do Viño, para saborear a pie de calle y para descubrir en alguna de sus bodegas más indispensables. Recorremos Salvaterra de Miño, un jardín apasionado por el vino.

1. Unas cuantas joyas históricas

Capilla de la Oliva | Carmen R. Pinos
Iglesia de San Lorenzo | Carmen R. Pinos

La estratégica situación geográfica de esta villa, pegada al río Miño y frontera natural con la vecina Portugal, ha propiciado y fortalecido los lazos económicos y sociales entre ambos países –incluso ha creado la Eurocidade Monçao – Salvaterra de Miño–, pero las relaciones hispano-lusas no siempre han sido tan idílicas. Durante siglos, las guerras entre ambos países fueron constantes y han dejado joyas patrimoniales que merecen una visita, como las murallas –remodeladas por los portugueses en el siglo XVII–, la iglesia de San Lorenzo, con su espléndida fachada renacentista, y la capilla de la Oliva, una sorpresa barroca levantada por los lusos, cuyos escudos borraron los españoles tras la reconquista.

2. El castillo de Doña Urraca, su escalera de caracol y otros secretos

El Miño desde el castillo de Doña Urraca | Carmen R. Pinos
Escalera de caracol | Carmen R. Pinos

El buque insignia de Salvaterra de Miño es este castillo medieval pegado a la muralla. Además de su excelente conservación –es BIC desde 1949– y de su ubicación, junto al Miño –sus vistas son majestuosas–, lo más impactante del castillo de Doña Urraca es su extraordinaria colección de curiosidades. ¿Sabías que su escalera de caracol de doble rampa y un solo eje es única? Cuando subas a la terraza, te resultará curioso observar que el suelo de tus escalones es el techo de otra escalera, que corre paralela pero desemboca en una puerta diferente. Fíjate también en el extraño eco que se produce en la cúpula del torreón; y en el pasadizo secreto que la reina utilizaba para cruzar hacia Portugal por debajo del Miño, aunque esto es solo una leyenda.

3. El Museo da Ciencia do Vino, una lección magistral de viticultura

Mapa con las D.O. de Galicia | Carmen R. Pinos
Utensilios de enología | Carmen R. Pinos

El castillo de Doña Urraca y la Casa del Conde –pegada también a las murallas– son los edificios que albergan el Museo da Ciencia do Viño, uno de los mayores espacios de divulgación de la viticultura y enología de España. Su afán didáctico, su facilidad para combinar lo ameno y lo histórico, y sus experiencias interactivas, te dejará claro que no se trata de un espacio expositivo más. Las visitas –todas guiadas– te permiten no solo viajar a través de la historia del vino y su importancia en España –el país con más superficie de viñedo plantado del mundo–, sino conocer desde sus D.O. hasta sus utensilios, descubrir el proceso de elaboración y almacenado –¿sabías que el corcho, del que España es segundo productor mundial tras Portugal, es básico para preservar su sabor?–, identificar sus olores o sus enfermedades. También te explicarán cómo se elaboran licores y aguardientes con las pepitas y pieles, porque, al igual que con el cerdo, de la uva se aprovecha todo.

4. Paseos junto al Miño y cuatro ríos más

Paseos por el río Miño | Carmen R. Pinos
Parque A Canuda | Carmen R. Pinos

Las aguas del Miño, junto con las de sus amigos Caselas, Uma, Mendo y Tea, forman el club de los cinco ríos de Salvaterra de Miño, una red de 27 km de caminos fluviales aptos para visitarse todo el año, que discurren entre espectaculares puentes, capillas y termas. Si prefieres algo más cómodo, prueba las bicis eléctricas e-bike Rio Minho que puedes usar a lo largo del cauce del Miño y de forma transfronteriza con la vecina Portugal, previo pago de un depósito de 150 €. Y, desde luego, reserva tiempo para recorrer el parque A Canuda, el más grande de toda Galicia, con 225.000 m2 que incluyen un circuito de educación vial, auditorio, zona de picnic, barcas, bicis gratuitas, un jardín botánico de orquídeas, espacio de gimnasia… De aquí parten también varias rutas de senderismo, como el paseo fluvial –un recorrido de 15 km que llega hasta la vecina Ponteareas– o la senda que te lleva hasta la isla de Fillaboa, en el Miño.

5. La (controvertida) lamprea y otras delicias

Escultura Lamprea do río Miño | Carmen R. PInos
Terraza de la taberna O Noso Eido | Carmen R. Pinos

A la bordelesa –cocinada en su propia sangre y acompañada de arroz blanco–, en empanada, guisada con fideos y tirabeques, asada… Son muchas las formas de preparar la lamprea, uno de los primeros vertebrados sobre la tierra, que se pesca en el Miño y el Tea. Su forma gelatinosa y sin escamas, y su ausencia de mandíbulas –tiene una especie de ventosa dentada con la que parasita a otros peces–, levanta por igual sentimientos de rechazo y de la pasión más absoluta, con rutas y fiestas dedicadas en su honor. Junto a la que muchos llaman la reina del río, este es un enclave especial donde degustar excelentes carnes, chocos –los de O Noso Eido son insuperables– filloas, queso de tetilla con membrillo… Todo regado con aguardiente blanco o licor de café y, por supuesto, con algún vino D.O. Rías Baixas: no olvides que Salvaterra de Miño es la capital del vino de la comarca del Condado do Tea.

6. Bodegas Fillaboa, la magia de crear un buen vino

Viñedos desde el mirador de la Finca Fillaboa | Carmen R. Pinos
Finca Fillaboa | Carmen R. Pinos

Entre los ríos Tea y Miño, la Finca Fillaboala hija buena, la protagonista de una leyenda en la que un padre elegía a la más bondadosa de sus tres hijas para heredar sus tierras– es una de las más espectaculares de la zona, un escenario de lujo que ha permanecido indivisible durante siglos y, cuyas especiales características, le incluyen en la Asociación Grandes Pagos de España. Además de un precioso pazo en el que el tiempo parece haberse detenido –también hay un hórreo, una capilla…–, Bodegas Fillaboa es un lugar único que concentra el amor por la tierra y por el trabajo bien hecho, un enclave protagonizado por 50 hectáreas de uva albariño en el que puedes admirar la magnífica colección de arte perteneciente a la Corporación Masaveu, sentarte en un jardín con camelias, magnolios y mucha magia y, por supuesto, saborear los matices de sus tres albariños –con D.O. Rías Baixas–, unos vinos puros, complejos y con una gran personalidad.

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