Desde la prohibición de un juez, en los años 50, de que moviera sus caderas al actuar –una locura sensual que enloquecía a las jovencitas– hasta su adicción a las anfetaminas, su degradación física y los mitos sobre su muerte (y su no muerte). La figura de Elvis Presley, el chico pobre que se convirtió en el Rey de la música da para mucho y muchas películas. La última, Elvis, repasa su vida –interpretada por Austin Butler– y su relación con su controvertido manager, el coronel Parker –al que da vida Tom Hanks– y con Priscilla Presley –Olivia DeJonge–, el tercer vértice de un triángulo complicado y con muchas aristas. Para comprenderlo, recorremos los enclaves que marcaron la trayectoria de uno de los iconos del siglo XX.
1. Tupelo, la ciudad de Mississippi donde empezó todo
Seguramente, Tupelo sería una de tantas ciudades sureñas alejadas del turismo de masas si no fuera porque en ella nació Elvis Aaron Presley, el 8 de junio de 1935. El padre, abuelo y tío de Elvis construyeron una casa muy modesta de dos habitaciones, una Shot Gun House –porque si disparabas desde la entrada, la bala salía por la puerta trasera– en la que vivió la familia al completo –incluidos abuelos, tíos, primos…– durante 3 años, hasta que les embargaron y tuvieron que mudarse. La casa natal es el espacio más visitado de Tupelo, la ciudad donde la familia permaneció hasta que Elvis cumplió los 13 años y en la que el futuro cantante descubrió el gospel y el blues.
2. Memphis, el hogar del mito
Cuando Elvis y su familia llegaron a Memphis, la fama del futuro cantante comenzó a subir como la espuma. Aquí grabó sus primeras maquetas, compró sus primeros discos, ganó sus primeros concursos musicales e imaginó una vertiginosa carrera que pronto se hizo realidad. Presley convirtió a esta ciudad de Tennessee en su lugar amado y, con apenas 22 años, compró Graceland e invitó a sus padres a vivir allí. Graceland es simplemente la segunda mansión más visitada –después de la Casa Blanca– de los EE UU, una mega construcción con 23 habitaciones de la que, excepto la primera planta –el baño donde se le encontró muerto permanece intacto, pero cerrado al público para evitar el morbo–, puedes ver todo: las verjas con notas musicales, la colección de cadillacs, la sala de televisión, la de billar, la jungle room –con cascadas incluidas–, su avión privado y el Jardín de la Meditación, donde están enterrados Elvis y su familia.
El resto de Memphis también está impregnado del espíritu del cantante, desde Sun Studio –conservan el primer micrófono que utilizó– hasta Arcade –la cafetería favorita de Elvis– o Lansky Bros., la tienda donde compró sus primeros trajes.
3. Un rincón donde esconderse en Hawaii
Elvis convirtió a las islas Hawaii en un paraíso al que regresar y un refugio donde esconderse. Aquí pasó gran parte de su tiempo, viajó en numerosas ocasiones junto a Priscilla, su esposa, y hasta vivió cortas temporadas en Waikiki. Aquí convocó ruedas de prensa, dio varios conciertos en Oahu y grabó tres películas que dispararon las cifras generadas por el turismo pero, sobre todo, Honolulu (Hawaii) fue el escenario de un evento único: Aloha from Hawaii, el primer concierto retransmitido vía satélite de la historia, en 1973, que pudieron ver los fans del mundo entero, Asia y Oceania, en riguroso directo y Europa, en diferido.
4. Las Vegas, el juego y las bodas al ‘estilo elvis’
Las Vegas y Elvis mantuvieron una relación de amor-odio durante muchos años. Cuando se encontraron, la ciudad y el cantante atravesaban un momento de decadencia pero, mientras que la presencia de Presley revitalizó la fama de Las Vegas, no sucedió lo mismo en la otra dirección. Elvis comenzó aquí un lento declive: ya no era el número uno en las listas de éxitos –lo copaban grupos como The Beatles– y, aunque fue aquí donde se casó con Priscilla –en el Hotel Aladdin, hoy, Planet Hollywood–, fue también donde se gestó su posterior ruptura. En Las Vegas Elvis dio un giro radical a su carrera, dejó la imagen de chico guapo y reivindicó su figura de Rey, con el cambio de look que llevaría hasta su muerte –el traje blanco lleno de ornamentos y pedrería– y los más de 800 conciertos que dio en la capital del juego. Su espíritu sigue vivo en cada rincón, con estatuas como la del Hotel Westgate Las Vegas, legiones de imitadores, shows musicales y, por supuesto, la opción de que te case el mismísimo Rey del Rock por unos 200 €.
5. Los Ángeles y su ‘momento actor’
No era lo suyo y actuar nunca se le dio tan bien como cantar y bailar, pero Elvis rodó 33 películas en las que su imagen se promocionaba al máximo. Su etapa de actor aceleró su carrera y, aunque el parón en los conciertos jugó en su contra, también pudo grabar aquí algunos discos, en Radio Recorders. Cinematográficamente, el pistoletazo de salida fue Love me tender, en 1956, un éxito al que siguieron Loving you y Jailhouse Rock, tres triunfos de taquilla y público que se paralizaron tras su reclutamiento militar. Rodar le obligaba a pasar largas temporadas en Los Ángeles –principalmente, en el Hotel Beverly Wilshire–, pero Elvis se adaptó inmediatamente y la ciudad le gustó tanto que, años después, cuando se casó con Priscilla, establecieron en Beverly Hills su residencia familiar, en la que nació su única hija, Lisa Marie. La lujosa vivienda, en el 1174 de Hillcrest Road, puede alquilarse en Airbnb por unos 3.600 € la noche.