No son los más guapos –aunque a veces, sí– ni los más espectaculares, pero cada uno de los participantes del concurso Tree of the Year sabe que es el más querido por sus vecinos. Este año, el primer premio de esta competición –que se celebró por vez primera en 2011, en la República Checa– ha recaído en Heart of the Dalkowskie Hills (Corazón de las colinas Dalkowskie), de Polonia.


Es un haya de 300 años que crece en un parque histórico y bajo cuyas ramas y hojas color corazón se celebran conciertos, clubs de lectura y talleres de horticultura. También alude al amor el segundo puesto, The Lovers Banyan Tree (El baniano de los enamorados), un árbol que crece en los Jardines de la Quinta das Lágrimas, en Coimbra, escenario del amor secreto entre el rey Pedro I e Inés de Castro.


El tercer puesto ha venido este año hasta España gracias al Pino de Juan Molinera, un pino piñonero que lleva 400 años cobijando a paseantes, jornaleros y enamorados de Abengibre, en Albacete. Más de doce generaciones forman parte de la historia de este ejemplar, compañero de fiestas y descanso, al que han visto sobrevivir a inundaciones, nevadas, y hasta a un rayo a mediados del siglo pasado.


El cuarto y quinto puesto han recaído respectivamente en el Roble de Lukavice –un anciano ejemplar con más de 700 años de Lukavice, República Checa, que ha sobrevivido a dos guerras mundiales y varios intentos para destruirlo– y la Pera silvestre de Bosáca, un solitario peral que nació hace 150 años cuando una semilla perdida germinó en este paisaje de los Cárpatos Blancos, en Eslovaquia.


En el sexto puesto encontramos la Acacia blanca, de Ucrania, una rareza en su especie que ha formado parte de siete estados, testigo vivo de la historia cuyas raíces entrelazadas evoca la conexión entre diferentes épocas. Y, en el séptimo, el Roble de Skipinnish, un magnífico ejemplar de 400 años y un tesoro local, que alberga diferentes líquenes y que debe su nombre a la banda celta escocesa.


El resto del ranking lo ocupan árboles de todo tipo, desde una espléndida encina de Croacia (el Árbol de la Libertad en Rad), hasta Taza de Matari, uno de los tejos más longevos de Cerdeña, pasando por el Ginkgo Biloba de Leiden, en Países Bajos –un nogal japonés de 240 años, el segundo más antiguo de Europa– y el Plátano en el Jardín del Arzobispo, en Hungría, entre otras verdes maravillas.
La imagen que abre el texto es Heart of the Dalkowskie Hills | Marcin Kopij