Bulliciosa, sorprendente y con un alma fronteriza como pocas, que se divide entre el continente europeo y el asiático, Estambul es la ciudad más grande de Turquía y uno de los pesos pesados del turismo mundial. Su legado histórico y el poso patrimonial de las civilizaciones que han dejado aquí su huella se completa con una situación geográfica envidiable –entre el mar Negro y el de Mármara–, y una extensísima oferta que combina cultura, gastronomía, naturaleza y relax. En esta primera aproximación a Estambul, exploramos nuestros lugares fetiche en un recorrido urbano con lo mejor (y lo menos conocido) de la ciudad.
1. Sentirte gigante en Miniatürk
Comenzamos nuestra visita en un spot desconocido para los turistas internacionales pero muy visitado por los turcos que, además, te mostrará una imagen general del patrimonio del país. Es Miniatürk, un parque de miniaturas al aire libre que cuenta con 135 réplicas de grandes monumentos turcos y que está enclavado en una zona con mucha magia: en la ribera norte del Cuerno de Oro.
2. Fotografiar las casitas de colores de Balat
Cruza el Cuerno de Oro y, en la margen contraria, una vez dejado atrás el café de Pierre Loti –el legendario escritor enamorado de Estambul–, entrarás de lleno en el barrio de Balat. Es la zona que congregaba a la comunidad judía y, desde hace unos años, el rincón más bohemio y descarado, una cuadrícula repleta de artistas, cafés y casitas de colores que llenan de likes las redes sociales.
3. Admirar el Cuerno de Oro
Puedes sortearlo, atravesarlo, navegarlo o, simplemente, caminar por sus orillas. Da igual cómo te acerques a esta maravilla de la naturaleza: el resultado siempre es el mismo, la imagen de un estuario que desafía tu capacidad de asombro. A lo largo de los años, el Cuerno de Oro ha sido también puerto natural y escenario de batallas y, en la actualidad, un rincón donde disfrutar de doradas puestas de sol.
4. Sumergirte en el bullicio del puerto de Eminönü
Donde termina el Cuerno de Oro y comienza el estrecho del Bósforo encontrarás el puerto de Eminönü, una explosión de colores y aromas. Aquí, la llegada de los pescadores –que cocinan su mercancía en el mismo barco– se mezcla con los chillidos de las gaviotas, los motores de los ferrys, el ajetreo de los trabajadores y el bullicio de los turistas, que tienen este punto como uno de los básicos en la ciudad.
5. Navegar por el Bósforo
Asia a un lado, al otro, Europa, y allí, a su frente, Estambul. Al igual que silbar el puente sobre el río Kwai si estás en Tailandia o el tócala otra vez, Sam, si viajas a Casablanca, sentirás que no has estado en esta mega ciudad si no recitas la mítica Canción del Pirata de Espronceda que aprendiste en el cole. Es un viaje agradable y bucólico que cruza el estrecho del Bósforo y conecta el mar Negro y el de Mármara.
6. Sentir el lujo del Palacio de Dolmabahçe
Barroco, otomano y neoclásico, el palacio de Dolmabahçe es una opulenta construcción ubicada en la orilla europea del estrecho del Bósforo. Por aquí han pasado seis sultanes –hasta la llegada de Atatürk, el padre de la Turquía moderna–, enganchados a la magia del edificio, tanto por dentro –cuenta con 258 habitaciones, 14 toneladas de adornos de oro…–, como por fuera, con sus jardines a la orilla del agua.
7. Contemplar la singular fortaleza de Rumeli Hisari
Ubicada en la parte más estrecha del Bósforo, la fortaleza de Rumeli Hisari es uno de los mejores ejemplos de arquitectura militar del mundo y una rareza de la ciudad. Mehmet el Conquistador la mandó construir en el siglo XV para que los otomanos previnieran el paso de la flota bizantina por el estrecho. En la actualidad, es un museo al aire libre que acoge eventos culturales, como el Festival de Música.
8. Alcanzar el puente del Bósforo
El puente del Bósforo –la Perla del Estrecho, para los amigos– no solo es una de las tres pasarelas que cruza el estrecho. Además, es la más famosa y, cuando se inauguró, en 1973, fue el cuarto puente colgante más largo del mundo. La forma más romántica de verlo es en un crucero por el estrecho, aunque también puedes recorrerlo a pie y sentir, a 64 metros, la forma tangible de unir Europa y Asia.
9. Tomar el pulso a la plaza Taksim
Manifestaciones, desfiles, ferias… todo pasa por la plaza Taksim, el gran epicentro de la ciudad; hasta los convulsos días de la primavera árabe tuvieron aquí su cita en 2011. De vuelta a tierra firme, es el primer espacio al que debes acudir –aunque nuestro Mº de Asuntos Exteriores advierta del peligro de revueltas–, un lugar amplio y vibrante, sin apenas turistas, donde sentir el corazón de la ciudad.
10. Atravesar el legendario pasaje Ciçek, en Istiklal Caddesi
Istiklal Caddesi, la arteria peatonal que nace de la plaza Taksim, tiene en Çiçek Pasaji –pasaje de las Flores: muchas baronesas rusas que huían de la revolución vendían flores aquí– una de sus icónicas visitas. Entrar en este refinado espacio te permitirá retroceder en el tiempo y entender cómo era la sociedad de Estambul en el siglo XIX, su aire parisino, sus noches de ópera y su arquitectura art decó.
11. Subir a la torre Gálata
Si la has visto desde el puerto y navegando por el estrecho del Bósforo, ya es hora de que subas a la torre de Gálata, un símbolo indiscutible de la ciudad. Levantada por los genoveses en el siglo XIV, fue faro, punto defensivo y prisión pero, en la actualidad, sus 61 metros de altura regalan unas vistas únicas del skyline de Estambul, un panorama de 360º que puedes completar con una cena con espectáculo.
La imagen que abre el texto es Puerto de Eminönü | EVG