En Salvaterra de Miño, a apenas 36 km del Atlántico, Bodegas Fillaboa es una invitación a desconectar de todo y disfrutar la vida. Aquí se vive a ritmo lento, las leyendas gallegas conviven con obras de arte y el intenso aroma de magnolias y camelias rodean la historia del pazo. En esta localidad pontevedresa, las vides crecen junto al arrullo de los ríos mientras la tecnología de vanguardia investiga para crear los vinos más interesantes del universo albariño. El alma fronteriza y el amor por las cosas bien hechas, hacen el resto. Te invitamos a conocer Fillaboa, la magia del vino que crece junto al Miño.
1. Un puente con mucho que contar

La antigua entrada a la finca es este puente, que comenzó siendo romano (parece ser) para convertirse en uno de los puentes medievales más importantes de la zona. Es el Ponte de Fillaboa, una construcción de 70 metros de largo y 11 de alto que salva el cauce del río Tea justo antes de su desembocadura en el Miño. No te fíes de su aspecto: aunque hoy este bucólico escenario se integra en la Red Natura 2000, sus cuatro arcos góticos formaban parte del cinturón defensivo que protegía Salvatierra de Miño de los ataques portugueses.
2. Tea y Miño, el encuentro de dos grandes ríos


Para hacerte una idea de la magnitud de la Finca Fillaboa –con 50 hectáreas de viñedo propio divididas en 12 parcelas– lo mejor es que subas a su mirador. Desde aquí puedes ver, en directo, cómo el cauce del río Tea –a tu izquierda– corre hasta fundirse con las aguas del Miño –a tu derecha–, que sirve de frontera con Portugal. Frente a los montes portugueses, a tu espalda, crece el extraordinario paisaje de las vides plantadas sobre el antiguo cauce del río, una tierra de cantos rodados capaz de drenar el agua y mantener una humedad idónea.
3. Petroglifos, cuando las piedras hablan


¿Sabías que en Galicia hay catalogados en torno a unos 3.500 petroglifos? Son grabados rupestres previos a la Edad de Bronce, con cazoletas (huecos), ajedrezados (cuadrículas) y otros motivos geométricos cuyo uso y significado aún se sigue analizando. Unos de los más interesantes los encontrarás en la Finca Coto de Prado –en Santiago de Ribarteme–, una de las parcelas de las Bodegas Fillaboa, con siete grupos bien conservados y unos grabados que se ven especialmente bien en las primeras horas del día o al atardecer.
4. El pazo, un refrescante rincón lleno de historias


El pazo de la Finca Fillaboa es el alma tangible de toda la magia que crece en este entorno, un tradicional palacete de piedra gallego que, aparte del edificio central, cuenta con un hórreo, un palomar y una capilla consagrada –si te animas, celebran bodas– y reformada, con un retablo renacentista y dos arcángeles firmados por Bernabé de Ayala, entre otros. En el año 2000, cuando la familia Masaveu compró esta finca, no solo colocó estas y otras obras de arte pertenecientes a la extensa colección de Corporación Masaveu, sino que convirtió el pazo en un espacio bucólico rodeado de un jardín de magnolios, camelias y hortensias y, los viñedos, en una de las producciones con más calidad de la zona.
5. Los viñedos, una pradera de albariño con mucha vida interior


Rodeada por un muro de piedra de 1.600 metros, Fillaboa es una de las fincas más grandes y antiguas de Galicia –perteneció a la Casa de Alba; en la actualidad, Cayetano Martínez de Irujo es Conde de Salvatierra– y la única de esta Comunidad que pertenece a la Asociación Grandes Pagos de España. La uva albariño es la protagonista absoluta, la reina de una historia de amor al vino que comenzó hace 150 años y en la que se percibe el espíritu de la filla boa de la leyenda del siglo XVII, la hija buena a la que su padre eligió por encima de sus hermanas como heredera de sus tierras, por el amor con que las cuidaba. Hoy, las viñas crecen sin riego, a diferentes alturas en parra y espaldera, y su orientación al sur, junto con la proximidad al mar –el Atlántico está a 36 km– le aportan unas características únicas de salinidad.
6. La bodega, el corazón de la alquimia

Entrar en la bodega no solo te lleva a otro mundo por el contraste de temperatura con el exterior, sino por la sensación de estar en un espacio secreto en el que se consiguen fórmulas magistrales. Aquí se apuesta por nuevos sabores y matices, se decide el tiempo de envejecimiento de un vino –¡claro que los blancos pueden envejecer!– y la enóloga, Isabel Salgado, juega con diferentes proporciones en función de las dos grandes variables que intervienen en un blanco: la maduración y la acidez. Además de las cubas de acero inoxidable, la bodega cuenta con una zona de investigación, unos minidepósitos donde se realizan microvinificaciones que aportan valiosos datos sobre los detalles que determinan la calidad de un vino.
7. La cata, una fiesta para los sentidos


Si ya te has enamorado de este entorno, ahora toca conocer los secretos de sus vinos y disfrutarlos con los cinco sentidos. Bodegas Fillaboa abre todo el año y ofrece visitas completas y casi personalizadas, con muy pocas personas –desde 40 minutos hasta dos horas y con precios que van desde 12 €–, que incluyen cata de uno o más vinos acompañada de productos de la zona, visita a la colección de arte y la bodega y paseo por los viñedos. Si lo prefieres, tienes la opción de organizar eventos de empresa y privados. Además, son flexibles –en verano, como cortesía, te envían el vino a casa para que no tengas que cargarlo si vas a la playa– y se adaptan tanto a los iniciados –aquí te enseñarán que se debe beber a entre 8º y 10º, que la D.O. no se llama albariño, sino Rías Baixas…– como a los expertos en el mundo del vino.

Los aromas de melocotón, piña y cítricos se alían con notas florales para dar forma a Fillaboa 2022, un vino 100% albariño con seis meses de reposo. Complejo y equilibrado, su frescura y armonía lo convierten en un compañero ideal de pescados, mariscos, ahumados y sushi. 15,80 €
Como su nombre indica, Fillaboa Selección Finca Monte Alto 2020 se elabora con uvas procedentes del pago Monte Alto, una de las parcelas estrella de Fillaboa. Es aromático, intenso y con un gran potencial de envejecimiento –posee 24 meses de crianza– y está acostumbrado a ganar premios. 24 €


El carácter universal e histórico del vino vive en La Fillaboa 1898 2016, un caldo que nace como homenaje a los que se llevaban a Cuba. Con la frescura de los jóvenes y la elegancia de los maduros –procede de la añada de 2016–, es el vino premium de la bodega y el más premiado. Si te gusta, date prisa, porque las ediciones son muy limitadas. 55 €

