Entre la más absoluta vanguardia del Centro Niemeyer y la sorpresa marinera del museo de las Anclas Philippe Cousteau, Avilés concentra un catálogo donde no faltan palacetes indianos, edificios con hechuras medievales, barrocas y modernistas, gigantescos parques urbanos, rutas repletas de esculturas y playas sin domesticar. Exploramos lo mejor de esta localidad asturiana pegada a una ría, una de las menos turísticas del Principado y de las más auténticas y apacibles.
1. El Centro Niemeyer


Después de retrasos en su inauguración y problemas de gestión, el Centro Niemeyer se inauguró finalmente en marzo de 2011 para conmemorar el 25º aniversario de la Fundación Príncipe de Asturias. El diseño, uno de los pocos firmado por el arquitecto Oscar Niemeyer fuera de Brasil, su país natal, extiende sus inmaculados edificios –la cúpula, la torre, el auditorio…– y su programación cultural sobre la que fuera una de las zonas más degradadas de la ría.
2. El puente de San Sebastián y La Grapa


Para dejar la zona industrial y acceder al casco viejo de Avilés, cruza la ría por el puente de San Sebastián, un entramado de hierro decorado con todos los colores del arcoíris y firmado por Ramón Rodríguez. Si lo que quieres es ver esta zona con otra perspectiva, deja este photocall natural y sube la pasarela conocida como La Grapa: 112 metros de acero cortén que salvan las vías del ferrocarril y el puerto y cosen los dos márgenes de la ría. Las diferentes perspectivas de ambos puentes son tan variadas que es difícil encontrar un hueco para fotografiarlas sin gente.
3. El parque de Ferrera


El sitio de recreo de los marqueses de Ferrera se ha convertido en el gran pulmón verde de la ciudad desde 1976. Sus 81.000 m2 se dividen entre un extenso parque inglés –con árboles centenarios, extensas praderas de césped, estanques con cisnes, quiosco con conciertos de música y hasta circuito deportivo– y un coqueto jardín francés de 8.000 m2 con pérgolas, fuentes y dibujos florales de parterres. El parque de Ferrera es, además, un espacio cinematográfico: fue uno de los escenarios elegidos por Woody Allen para rodar algunas secuencias de Vicky, Cristina, Barcelona.
4. La plaza Álvarez Acebal y la iglesia de San Nicolás de Bari


Si dejas atrás del parque de Ferrera y subes hacia el casco antiguo, a tu izquierda encontrarás la plaza de Domingo Álvarez Acebal. Aquí puedes simplemente sentarte y ver la vida pasar en uno de los centros vitales de la ciudad, o explorar el catálogo patrimonial que se concentra en escasos metros. Comienza por el palacio de Balsera –se cree que fue obra de Antonio Palacios, el arquitecto que diseñó Madrid– y sigue por la Casa de Cultura de Avilés y la Escuela de Artes y Oficios, sin olvidar la iglesia de San Nicolás de Bari, una sobria construcción de finales del siglo XIV.
5. La calle de Galiana y la fuente de los Caños


Desde la plaza de Domingo Álvarez Acebal puedes seguir hacia el sur, por la calle Galiana –no te pierdas los soportales de piedra, de día, y los concurridísimos bares de copas, de noche–, que termina en la Avenida de Cervantes y la plaza del Carbayedo y su hórreo, o bien seguir hacia el norte por la calle de San Francisco, una animada arteria comercial que desemboca en la plaza de España. Antes de llegar, haz una relajante parada en la fuente de los Caños de San Francisco, que conserva sus seis cabezas humanas de las que brota agua y los escudos de armas de Avilés y del reino de Castilla.
6. La plaza de España y la calle Jovellanos


La Plaza de España –El Parche, para los amigos– es un espacio pintoresco y vibrante, el kilómetro 0 de Avilés. Nació en el siglo XVII, cuando la ciudad rebasó las murallas, y se convirtió en el centro de todo, con tres palacios –el del Ayuntamiento, Ferrera y Llano Ponte– y el nacimiento de las seis principales calles de la urbe. Y un apodo, El Parche, que surgió cuando el Ayuntamiento pavimentó el suelo para la banda de música, pero solo en parte. Subiendo por Ferrería, una de las dos vías medievales que nacen aquí, llegarás a la de Jovellanos y la plaza José Martí, con una escultura dedicada al escritor cubano.
7. La casa de Eladio Muñiz y el palacio de Camposagrado


Si te ha llamado la atención la conexión entre Avilés y Cuba, espera a ver la cantidad de palacetes y mansiones señoriales que pueblan la ciudad, la mayoría, mandadas construir por los indianos que regresaban a su tierra tras hacer dinero en la isla caribeña. Uno de los más interesantes es la casa de Eladio Muñiz –o de Josefina Balsera–, en la esquina con la calle de la Cámara y Cuba, que se convertirá en el primer hotel de 5* Gran Lujo del norte de España. Date una vuelta también por el palacio de Camposagrado, en la plaza del mismo nombre, un preciso ejemplo del barroco asturiano.
8. La plaza de Abastos y el parque del Muelle


Tras el incendio de 1478, los Reyes Católicos promovieron un mercado libre de impuestos que ayudara a la recuperación económica de la ciudad. Así nació el mercado de Abastos, un espacio que, en el siglo XIX, se trasladó a la plaza de los Hermanos Orbón –dos hermanos, escritor y músico, nacidos aquí– y cuyo diseño rectangular, con galerías apoyadas en 80 columnas de hierro, es todo un símbolo de Avilés. Tras comprar –los lunes– y visitar alguno de sus bares, la costumbre impone descansar en el parque del Muelle, con quiosco, fuentes, rosaledas y numerosas estatuas, como una dedicada a las focas.
9. La plaza del Carbayo y la iglesia Antigua de Sabugo


¿Sabías que, en el siglo XIII, el río Tuluergo discurría por la parte vieja de Avilés? Era el barrio de Sabugo, un entorno medieval, marinero y lleno de robles, con los que también fabricaban los barcos. Tras desecar los terrenos ganados a las marismas y canalizar el río de forma subterránea, se convirtió en la plaza del Carbayo –roble en asturiano–, una cuadrícula bohemia y repleta de terracitas. En uno de sus laterales, no te pierdas la iglesia Antigua de Sabugo, sus hechuras medievales y, pegada a una de sus fachadas, la Mesa de los Mareantes, el lugar donde los pescadores planificaban sus campañas.
10. La Monstrua y la estatua de Avilés


En uno de sus laterales, en la calle de la Estación, te toparás con el monumento a Eugenia Martínez Vallejo, una mujer que servía para diversión en la corte de Carlos II y que, debido a sus generosas proporciones, muchos llamaban La Mosntrua. Te sorprenderá la pasión que siente la ciudad por las esculturas y la cantidad de ellas que adornan sus calles –el paseo del Acero, ría arriba, ofrece 3 km de caminata y piezas artísticas–, pero una de las que tienes que visitar sí o sí es Avilés, tres grandes conos de acero cortén firmados por Benjamín Menéndez cuya forma verás en imanes, bolígrafos, pasteles…
11. La playa de Salinas


Siguiendo la avenida del Conde de Guadalhorce hacia el norte, llegarás a la desembocadura de la ría. Es el momento de comprobar que, además de un magnífico patrimonio urbano, Avilés es un entorno de costa que cuenta con playas espectaculares. Eso sí, estás en territorio surfero y la oferta se centra en aguas frías, limpias y con fuerte oleaje. Son unos 3 km de arenal que se reparten entre la playa de San Juan –pegada a la desembocadura–, la del Espartal –con dunas, fauna y vegetación protegida– y la de Salinas: extensa, bien comunicada y escenario habitual de campeonatos de surf.
12. El Museo de Anclas de Philippe Cousteau


Siguiendo la costa, al final de la península de La Peñona, el museo de Anclas de Philippe Cousteau es una rareza más que agradable, de visita libre y gratuita y con intención didáctica, levantado para rendir homenaje al hijo del oceanógrafo y divulgador Jacques-Yves Cousteau, muerto con 38 años. Además de un buen número de anclas reales de todo tipo –desde las fabricadas para combatir huracanes hasta las pensadas para puertos pequeños–, aquí tienes una cubierta de velas, un mirador 360º, el Gran Mural, el Templo de los Océanos y una escultura de Cousteau mirando al Cantábrico.
La imagen que abre el texto es Vista de la ría de Avilés, con el Centro Niemeyer | EVG

