¿Hay vida más allá de Río de Janeiro y Venecia? Hablamos de carnavales y la respuesta es un sí rotundo y lleno de color. La gran cita anual de la transgresión, esa en la que se quita la carne –carnaval viene del italiano carnevale y este, a su vez, del latín carnem (carne) levare (quitar)–, es una de las fiestas más antiguas del mundo y se cree que ya la celebraban los sumerios hace 5.000 años. También es una de las más universales, con sucursales festivas en cada rincón del planeta. Desde las celebraciones más ancestrales hasta las más canallas, nos centramos en las fiestas que se celebran en varios países de Centro y Suramérica para disfrutar del Carnaval, te quiero. 5 fiestas con sabor latino.
1. Tenosique, el carnaval más raro del mundo

Los Cojoes –vestidos con hojas de castaño, sombrero con flores y máscara de madera–, las Pochoveras –encargadas de mantener el fuergo– y el Jaguar, son los tres personajes básicos del Carnaval de Tenosique (del 19 de enero al 13 de febrero), Patrimonio Cultural del Estado de Tabasco, en México, al que muchos consideran el más raro del mundo. La fiesta, que comienza con una batalla de harina, tiene su punto culminante en la Danza del Pochó, una fiesta de la riqueza prehispánica.
2. Barranquilla, música y color a raudales

Sostenible, bullicioso, colorido… el germen del Carnaval de Barranquilla –la ciudad de Colombia a la que se iba el caimán que cantaba la Billo’s Caracas Boys–, nació en Europa pero aquí incluyó momentos tan relevantes como el desfile del Rey Momo, la coronación de los reyes del Carnaval –este año actúan Carlos Vives y Manuel Turizo, entre otros– y la Batalla de Flores. Lleva más de tres siglos dando guerra y es Patrimonio Cultural de la Nación y Obra Maestra del Patrimonio Oral e Intangible de la Humanidad.
3. El Callao, con sabor antillano, calipso y oro

Los trabajadores de las Antillas, las colonias británicas y francesas del Caribe que viajaron al interior de Venezuela para trabajar en las minas de oro de El Callao, se trajeron su gastronomía, su idioma –el patois, una mezcla de inglés, francés y español– y el omnipresente calipso, uno de los ritmos autóctonos del país. Junto a ellos, los personajes que dirigen el carnaval: el Medio Pinto –hay que pagarle un medio para que no te pinte con carbón–, las Madamas, los mineros, los diablos…
4. Oruro y su inquietante pacto con el diablo

En el oeste de Bolivia, Oruro no solo es una de las ciudades más pobladas del país, sino también una de las más mediáticas y esotéricas. El responsable es su famoso carnaval (del 3 al 13 de febrero), una curiosa mezcla de folclore y religiosidad, de la Virgen de a Candelaria y Túpac Amaru II, que tiene al diablo como protagonista –el punto álgido son las Diabladas, con 30.000 bailarines ataviados con extrañas máscaras– y que está declarado Patrimonio Inmaterial de la Humanidad.
5. Paraty, la versión lúdica de los ‘hombres de negro’

No está avalado por la tradición pero, a pesar de su corta vida –nació en 1986– el Carnaval de Paraty (del 9 al 13 de febrero) es uno de los más famosos de Brasil, incluso con competidores tan veteranos como el de Río de Janeiro. Fue un sábado de carnaval cuando, en la Praia do Jabaquara, un grupo de amigos que jugaba en los manglares recorrió el casco histórico embarrado de los pies a la cabeza, como si fuera una tribu prehistórica. La broma triunfó y ahora la promociona la Oficina de Turismo.
6. Artigas, fiesta total a ritmo de samba

Durante tres días (del 10 al 13 de febrero), Artigas, la capital más septentrional de Uruguay, se convierte en un gigantesco sambódromo al estilo Río de Janeiro –de donde toma su estética y reglamentos–, con el desfile de varias escuelas de samba. Los barrios cercanos a la frontera brasileña y sus batucadas fueron los precursores de estas jornadas festivas cuya esencia es el enredo, el tema social o político sobre el que deben tratar las letras de las comparsas que desfilarán cada día.
La imagen que abre el texto es Barranquilla. Fuerza Tambo | carnavaldebarranquilla.org