Universitaria, medieval y con una naturaleza arrolladora, entre la cordillera cantábrica y el golfo de Vizcaya, la capital de Asturias es un destino único para disfrutar en verano y una alternativa a los planes de playa y montaña de sus competidoras más cercanas. Aquí prima la oferta patrimonial e histórica, y sus sabores gourmet –Oviedo es Capital Española de la Gastronomía 2024– se complementan con una forma tranquila y personal de disfrutar de los buenos placeres. Del prerrománico al modernismo pasando por sus espacios más icónicos y sus rincones más desconocidos, te proponemos 10 motivos de los cientos que convierten a Oviedo es una apuesta única.
Las esculturas


De Mujer sentada –en la calle San Francisco– a La pensadora –en la plaza del Carbayón–, pasando por La lechera, en la plaza Trascorrales, y La maternidad, en la de la Escandalera. Oviedo cuenta con 136 esculturas con historia (y ruta) propia, un catálogo que la convierte en la ciudad con más obras urbanas de toda España. La mayoría son de artistas locales y representan escenas de la vida cotidiana ovetense, pero también encontrarás unas cuantas firmadas por pesos pesados de la vanguardia, como Úrculo, Manolo Valdés –no te pierdas sus Asturcones, en la plaza de la Escandalera– o Manolo Hugué, además de las más mediáticas, como las dedicadas a Woody Allen o a Mafalda, en el Campo San Francisco.
El modernismo


Como en todas las ciudades que florecieron a principios del siglo pasado, la burguesía quería dejar patente su bonanza económica por medio de palacetes que siguieran la onda de los arquitectos del momento. Oviedo no fue una excepción y el auge del comercio del carbón y el aumento de la población se tradujo en una nueva zona comercial que desplazó a la que formaban el eje Rúa y Cimadevilla. La calle Uría –impresionantes sus Casas del Cuitu–y sus aledaños, hasta la plaza de la Escandalera, capitanean este movimiento de líneas curvas, que también cuenta con otras joyas arquitectónicas, como el Gran Salón Bazar Masaveu, ocupado en la actualidad por la sala de conciertos Tribeca.
La Catedral


La Catedral no solo es el gran icono de Oviedo, sino que la solemnidad de su nombre –Santa Iglesia Basílica Catedral Metropolitana de San Salvador de Oviedo– va de la mano con las historias que atesora. Su profusión de estilos permite ver de un plumazo esa máxima de que el románico pesa y el gótico vuela, pero lo que la convierte en una rara avis del mundo de las catedrales es su única torre –no está inacabada; el proyecto se modificó y pasó a tener una sola–, la misma en la que Clarín comenzó su Regenta. Y lo que la hace única es su Cruz de los Ángeles, símbolo de la ciudad, y su peso histórico: aquí comenzaron los caminos de peregrinación a Santiago, con Alfonso II el Casto, en el siglo IX.
El museo


Una construcción del siglo XVII –la Casa de Oviedo-Portal–, una ampliación vanguardista y polémica realizada en la Casa de Solís-Carbajal– y un palacio barroco –el de Velarde, el único de la ciudad con jardín interior– son los tres edificios que albergan el Museo de Bellas Artes de Asturias. Es El Museo a secas, un conglomerado que recorre diferentes estilos –Oviedo carece de museo de arte contemporáneo como tal y todo se agrupa aquí–, desde el siglo XIV hasta el XXI. La calidad de sus 15.000 piezas –400 de ellas, donadas por la Fundación Masaveu– lo convierten en un big five artístico y en el museo más importante de Asturias, con obras de Picasso, El Greco, Sorolla, Dalí, Zurbarán…
Los dulces


La secular (y sana) competencia con la vecina Gijón tiene en la repostería uno de sus temas más vibrantes. Frente a las charlotas y la tarta gijonesa, Oviedo contraataca con dos armas contundentes. En primer lugar, el milhojas: nos gusta especialmente el del legendario restaurante Casa Fermín, de yogur y vainilla con helado de frambuesa, y el del restaurante taberna Del Arco, con crema pastelera y merengue italiano. En segundo (y, a veces, único) lugar, las irrepetibles Moscovitas, esas pastas elaboradas a mano sin conservantes ni estabilizantes cuya receta, a base de almendra marcona, harina, azúcar y cobertura de chocolate, lleva un siglo encandilando a golosos de todo el mundo.
Las plazas


En una ciudad tan elegante y señorial como la capital asturiana, las plazas son el escaparate necesario para ver y ser visto. Las del casco histórico nacieron de la mano del modernismo, cuando la ciudad acometió una reforma urbanística que le llevó a demoler antiguos edificios y a convertir la Corrada del Obispo, la plaza de la Catedral, la iglesia de San Isidoro y el convento de Santo Domingo en actores de una nueva ruta de plazas. Las hay para todos los gustos, pero nuestras favoritas son la del Fontán y la de Trascorrales, además de la del Paraguas –el típico punto de encuentro–, la de Feijoo, la de Riego –muy cercana a la Universidad de Oviedo– y la de la Escandalera, con la casa del Termómetro.
El prerrománico


Majestuosa y de proporciones perfectas, Santa María del Naranco es la gran joya del prerrománico asturiano, situada en la falda sur del monte Naranco, a 4 km del centro de la ciudad. En realidad, nació en el siglo IX siendo palacio de estilo ramirense –el primero de dos plantas, con dos miradores a los lados en la superior y una cripta en la planta inferior–, pero se reconvirtió en iglesia en el siglo XII, cuando acogió el altar de San Miguel de Lillo, otra joya prerrománica, a 250 m de Santa María del Naranco y dedicada a San Miguel Arcángel. Ambas son Patrimonio Mundial de la Humanidad desde 1985 y abren a diario con visitas siempre guiadas, excepto los lunes, que son gratuitas.
La sidra de hielo


Delicada y con un intenso y personalísimo sabor, la sidra de hielo Valverán 20 Manzanas es el último producto gourmet que proponen desde Masaveu Bodegas. Acostumbrada a ganar premios desde su aparición en el mercado –el último, la medalla de oro en el prestigioso concurso IWSC, The International Wine & Spirit Competition– esta bebida gourmet se ha ganado por derecho un puesto de honor en el paladar del consumidor gracias a una propuesta lujosa y alejada de los cánones de la sidra convencional. Elaborada con un mínimo de 20 manzanas de 5 o 6 variedades de esta pomarada, cada botella de sidra de hielo es una refrescante invitación a saborear las sobremesas del verano.
El buen vivir


La falta de industria y la oferta de servicios y espacios administrativos ha hecho que muchos hablen de Oviedo como la ciudad de los funcionarios, pero lo que realmente identifica a la capital, además de sus palacios, el impecable urbanismo y el catálogo cultural es el gusto por la buena vida. Aquí se disfruta sin estridencias pero a fondo, con un centro histórico mimado –fue pionera en peatonalizar el casco antiguo en España– y una vida de puertas para fuera que abarrota las terrazas. Obsesionada con la limpieza –en 2000 fue la ciudad más limpia de España– las calles están relucientes y, el Ayuntamiento, orgulloso de recoger también este año –y van 11– la Escoba de Platino por la buena gestión de residuos.
La vida tranquila


Si Asturias te suena a derroche de naturaleza Oviedo no es una excepción. Aquí la tienes a raudales y a tiro de piedra: las ventajas de ser una ciudad pequeña y de estar ubicada en el norte peninsular. Puedes hacer un paréntesis de desconexión total en un parque urbano como el Campo de San Francisco, situado en pleno centro de la ciudad y repleto de pavos reales, o perderte en el de Purificación Tomás, el mayor del concejo, con 213.667 m2. Si buscas algo más relajado, acércate al monte Naranco, el lugar donde nació la historia de Oviedo y un escenario multiopciones donde elegir entre rutas senderistas o de bici, ascender los 636 m que llevan a la cima y disfrutar unas vistas únicas.
La imagen que abre el texto es Santa María del Naranco | EVG

