Cuando pensamos en vinos blancos españoles, uno de los primeros nombres que nos viene a la mente –con permiso de otros grandes caldos– es Rueda, una D.O. longeva –se aprobó en 1980– que es el primer productor de vinos blancos de España y el segundo en volumen tras Rioja. Este caldo recio y afrutado, que llegó a ser el favorito de Isabel la Católica, es un guía de lujo para explorar sus zonas de dominio. Nos centramos en Valladolid –aunque el territorio se extiende también por el norte de Ávila y el oeste de Segovia– para atravesar un mapa marcado por paisajes castellanos, rico patrimonio y gastronomía de vanguardia: en ruta por el universo del vino de Rueda en Valladolid.
1. Rueda, un nombre para una D.O.
Al sur de Valladolid, comenzamos la ruta en Rueda, la localidad que da nombre a esta D.O., declarada Conjunto Monumental e Histórico Artístico. En todas las postales y tiendas de recuerdos verás su primera seña de identidad: la iglesia de Nuestra Señora de la Asunción, cuya fachada –flanqueda por dos torres cilíndricas– es un fondo obligado para un selfie y una joya del barroco castellano. Dentro, el delicado retablo tallado en madera del altar mayor y el órgano, con su tubería original completa, ponen el contrapunto artístico en una villa donde reina el patrimonio enológico.
2. La Seca y el ‘planeta verdejo’
En La Seca –unos 50 km al suroeste– todo gira en torno a la verdejo, la uva que aporta un sabor fresco, con toques de anís e hinojo, a los vinos de Rueda. Aquí se elabora este vino desde el siglo XVI y su producción llegó a abastecer a la Corte de Madrid. Para entender esta pasión vinícola, en la que premios y fiestas se suceden, visita cualquiera de sus bodegas. Nos gusta la de Javier Sanz Viticultor, un alquimista de las viñas que ha recuperado especies olvidadas a base de injertos y paciencia, algo básico en un terreno duro y pedregoso donde las raíces crecen más de 8 metros para poder captar el agua.
3. Quesería Campoveja, para iniciarte en el ‘quesoturismo’
En la Quesería Campoveja, en Serrada, miman al máximo sus productos y presumen de elaborarlos igual que en 1952, cuando comenzaron. Tres generaciones después, mantienen la forma artesanal y el foco en lo natural: con leche cruda –no pasteurizada–, cuajo natural y sin plástico en maduración. Si te gusta este alimento y disfrutas aprendiendo (y comiendo) estás en el lugar idóneo para practicar quesoturismo, con catas y visitas a las cavas. Aprenderás cómo se elaboran, maduran y hasta cortan los diferentes tipos de quesos, y a diferenciar uno curado de uno fuerte.
4. La Botica, un festival de sabores con premio
Un referente en Matapozuelos –a la que muchos llaman Villa Gastronómica– es La Botica. Ubicado en una casa de labranza de 1876 y decorado con muebles de farmacia, el restaurante –con una estrella Michelin y dos soles Repsol– combina productos km 0 y de temporada con innovación y resultados sabrosos, liderados por Miguel Ángel de la Cruz. Uno de sus menús –Un paseo por el entorno (90 €)– expresa el ADN de esta apuesta, con platos como becada asada con rebozuelos o mousse de achicoria, y un elemento que subraya su estilo: la piña verde ligeramente congelada y rallada.
5. La Giralda de Castilla: yo me lo guiso y yo me lo como
Seguimos en Matapozuelos –a unos 10 km de Serrada– con una propuesta que nos ha encantado: un taller de repostería en La Giralda de Castilla para elaborar tu propia empanada de conejo escabechado. Además, prueba la de morcilla con manzana y la de bacalao con pisto antes de pasar al dulce –bollaimón (bizcocho de limón), pastas de piñón, de yema…– y a su producto estrella: el mantecado al verdejo de Rueda, un bocado gourmet elaborado con este vino y manteca de cerdo ibérico, y que encontrarás en muchos restaurantes, como el Juana la Loca, de Madrid.
6. Plaza Mayor de Medina del Campo, la villa de los ‘mil millonarios’
Medina del Campo es el referente comercial de la zona, la villa de los mil millonarios, incluso en las letras de cambio, escribían “a pagar en Medina”. Lo notarás al llegar, en la Plaza Mayor, la mayor de España, con más de 14.000 m2 y tres edificios que explican los poderes tradicionales: la Colegiata de San Antolín, la Casa Consistorial y el Palacio Real Testamentario, donde Isabel la Católica firmó su testamento y falleció. En el suelo, unas placas sitúan la mercadería de cada zona (buhoneros, barberos, joyeros…), una ayuda para imaginar el trasiego de vendedores y banqueros que comerciaban aquí.
7. Museo de las Ferias, porque ‘esto va a misa’
En el Museo de las Ferias entenderás la extraordinaria importancia financiera de esta Wall Street del siglo XVI, que gestionaba los cargamentos de Sevilla, Flandes o Lyon. Y el papel de la iglesia católica, tan relevante que los tratados no tenían valor jurídico hasta que no se celebraba una misa (de ahí la expresión “esto va a misa”). En el Museo verás esta conexión en el balcón de la Virgen del Pópulo –el precursor de las Capillas de Indias, para oír misa sin dejar la actividad comercial– y la imagen arrodillada de Fray Lope de Barrientos –es la más antigua orante en su género en Europa–, estrella del recinto.
8. Iglesia Fresno el Viejo, una joya del ‘multiestilo’
Muy cerca de la Plaza Mayor, la iglesia de San Juan Bautista –declarada Bien de Interés Culturas desde 1930 y recientemente restaurada– es un magnífico ejemplo del románico mudéjar y un potente atractivo de Fresno el Viejo. Te encantará esta mezcla de estilos muy del gusto de la época, pero lo mejor está en su interior, en los frescos románicos con escenas de San Juan Bautista y el artesonado mudéjar en madera policromada que recubre el techo, y que se convierte en todo un lujo estético al verlo tan cerca. Los retablos barrocos del siglo XVII tambiénb merecen ser vistos con calma.
9. Aula de la Naturaleza y la sabiduría ecológica
A las afueras de Fresno el Viejo, la Cañada Natural te explica cómo es la fauna, flora y micología de la zona en su Aula de la Naturaleza. Son siete salas enmarcadas en un palomar bicentenario –conserva algunos fragmentos de las antiguas paredes de barro– que reproducen escenas como el interior de un palomar, el funcionamiento de un pinar o el río Trabancos antes y después de su paso por la localidad, todo con un afán didáctico y lúdico. Para completar la visita, sube al mirador –construido sobre uno de los depósitos de agua– y disfruta de las extraordinarias panorámicas sobre la zona.
10. Bodega de Plastilina, la historia más divertida del vino
Cerca del Aula de la Naturaleza, dentro de una bodega subterránea, encontrarás una simpática Bodega de Plastilina con escenas que narran la evolución del vino: cómo fue la producción romana, cómo afectó la invasión árabe –que prohibía el alcohol e hizo que los monjes lo elaboraran en los monasterios–, las técnicas del prensado del siglo XVII y hasta las catas con enólogos profesionales. La visita termina saboreando (¡cómo no!) una copa de rueda, una historia que comenzó hace siglos, cuando este vino ya era el favorito de los Reyes Católicos y su fama llegaba hasta Flandes.
La imagen que abre el texto es Bodega de Plastilina, en Fresno el Viejo | EVG