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República Dominicana, 7 visitas al paraíso más apacible

Un océano y un mar –el Caribe–, 400 kilómetros con las mejores playas del mundo, un patrimonio de lujo que se acomoda sobre una gastronomía sabrosa y ecléctica, una excelente infraestructura turística y un catálogo interminable en el que se elige con tranquilidad, saboreando un ron al ritmo de bachata.

Como reza su eslogan turístico, República Dominicana lo tiene todo. En pleno invierno europeo, volvemos los ojos a estos cálidos escenarios que, en 2023, alcanzaron los 10 millones de visitantes, de los que casi 300.000 fueron españoles. Revisamos su apuesta por un turismo diferente, de lujo y sostenible y exploramos la cara B de sus destinos para contarte lo mejor de República Dominicana, 7 visitas al paraíso más apacible.

1. Montecristi, la tierra prometida

Montecristi | dominicanrepublic
Montecristi. El Morro | Eddy Vittini. Unsplash

Ubicada al noroeste del país, pegada a Haití, Montecristi fue la vanguardia hecha ciudad, con el primer acueducto, el primer ferrocarril y el primer teléfono del país. Hoy, esa prosperidad que atraía a viajeros y comerciantes (y piratas) se concentra en el puerto, con un malecón vibrante y unas aguas que esconden más de 450 galeones hundidos. Aquí se come chivo picante y plátano, y los cactus gigantes bordean la desértica carretera que desemboca en túneles de manglares y en el Atlántico. Aquí suena merengue y la aventura salta desde cualquier rincón, en la gran meseta de El Morro o a través de la barrera de coral, la mayor del país.

2. Jarabacoa, el escenario de lo auténtico

Jarabacoa. Caballos | dominicanrepublic
Jarabacoa. Salto Baiguate | dominicanrepublic

El ADN más genuino de República Dominicana se concentra en Jarabacoa, una localidad del interior, situada en pleno centro, cuyo nombre, en taíno, significa lugar de aguas. Aquí vienen los de la capital a disfrutar una dosis de naturaleza a lo grande: el Pico Duarte –sus 3.087 metros lo convierten en el más alto del Caribe– y el río Yaque del Norte, el más largo del país. Los saltos de agua y las cascadas se alternan con valles cafeteros, campos que huelen a cilantro y pintorescas casitas de montaña. Es el territorio de lo auténtico, de los paseos sin prisa y la vida pegada a la tierra, tanto, que los lugareños dicen que no conoces Jarabacoa hasta que no recorres sus campos a lomos de un caballo.

3. Samaná, el codiciado refugio de los piratas

Samaná | Photosforyou. Pixabay
Cayo Levantado. Samaná | Turismo de República Dominicana

Todos quieren a Samaná, la península (y bahía) más eco del país, desde los piratas, que utilizaban los palmerales y cuevas ocultas para esconderse, hasta los primeros colonos canarios que llegaron a estas latitudes y los franceses afincados en estas tierras. Incluso las ballenas jorobadas eligen estas aguas cristalinas para venir a aparearse en invierno. Esto crea un miniuniverso cosmopolita y único en el que los croissants conviven con platos a base de coco y marisco y, las casitas de aire colonial llenan de color los barrios de pescadores. El Valle, Las Galeras y Cayo Levantado son algunos de los enclaves más idílicos donde disfrutar días de playa, aventuras en plena naturaleza y alojamientos ecosostenibles.

4. Miches, un espacio por descubrir

Miches. Playa Esmeralda | Turismo de República Dominicana
Montaña Redonda. Miches. El Seibo | dominicanrepublic

Su ubicación, entre Punta Cana y Samaná, ha convertido este municipio en un centro operativo de lujo desde el que realizar excursiones a los centros turísticos sin tener que soportar problemas de gentrificación. Pero Miches es mucho más que un lugar de paso. Son 50 kilómetros de sol y playa –las aguas verde turquesa de Playa Esmeralda la convierten en la más espectacular– a los que se llega por paisajes de llanuras, ríos y montañas. Un espacio donde disfrutar de carreteras flanquedas por cocoteros, de días de kitesurf y de safaris rurales, como el que te lleva, a bordo de un camión, hasta la Montaña Redonda, con su columpio y sus panorámicas sobre las lagunas Redonda y Limón.

5. San Pedro de Macorís, con sabor a ron y ‘guavaberry’

San Pedro de Macoris. Catedral de San Pedro Apostol | mitur.gob.do
San Pedro de Macorís | Asael Pena. Unsplash

La llaman la ciudad de los bellos atardeceres y lo cierto es que San Pedro de Macorís es uno de los enclaves con más encanto de la costa este caribeña. Los antiguos inmigrantes anglófonos dejaron huella en una gastronomía que mezcla sabores como el yaniqueque –un postre crujiente cuyo nombre proviene de Johnny Cake– con las extensas plantaciones de caña de azúcar y el ron. Cuna del beisbol dominicano –aquí se disputó el primer encuentro en la isla–, las visitas para descubrir su encanto pasan por la Cueva de las Maravillas, la Catedral de San Pedro Apóstol y el Malecón, ese que Juan Luis Guerra bailaba en una canción, mientras bebía un guavaberry, la bebida nacional.

6. Santo Domingo, la gran ciudad del Caribe

Santo Domingo. Calle Arzobispo Merino. Ciudad Colonial | mitur.gob.do
Santo Domingo. Parque Colón. Calle el Conde | Robin Canfield. Unsplash

Santo Domingo –o La Capital, a secas, para los dominicanos–, es una ciudad moderna y vibrante, un destilado que concentra todas las maravillas del país. Recorrer el entramado de callejuelas, plazas y edificios de la Ciudad Colonial –primer asentamiento europeo del continente, declarado Patrimonio de la Humanidad– es una experiencia única, con joyas como la Calle del Conde, Parque Colón, la Fortaleza Ozama… Además, visita el barrio de Santo Domingo, relájate en una terraza de la Plaza de España y pasea por el malecón. Si buscas naturaleza, el Jardín Botánico Nacional es el mayor del Caribe, y, si ya echas de menos las cálidas playas del país, acércate a las de Boca Chica, a 40 minutos.

7. Pedernales, el último reducto salvaje

Pedernales. Bahía de las Águilas | mitur.gob.do
Bahía de las Águilas. Pedernales | Robert Michael Poole. Turismo de República Dominicana

No te fíes del clima desértico de Pedernales. Ni de sus paisajes irreales, en el que los cactus gigantes dejan paso a vacas que pastan junto a iguanas, porque este municipio del suroeste dominicano, pegado a Haití esconde tesoros únicos. El más mediático es la Bahía de la Águilas –la joya de la corona de las playas de todo el país: 7 kilómetros de arena marfil en una zona protegida, sin chiringuitos ni construcciones–, pero también te dejarán sin habla las antiguas cavernas taínas –con sus pinturas rupestres– y el Parque Nacional Jaragua, con los flamencos que tiñen de rosa la Laguna de Oviedo. Y, por supuesto, las langostas espinosas, la exquisitez gastro típica de la zona.

La imagen que abre el texto es Samaná. Santa Bárbara. Cayo Levantado | Antonio López. Unsplash

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