Solo quedan cinco días para los Oscar y, antes de recibir a la gran fiesta del cine, te invitamos a disfrutar de un paseo virtual por los escenarios más cinematográficos del planeta, paisajes que enamoran a la cámara y que se merecen el premio al mejor decorado y un guión en exclusiva.
1. Bienvenidos al infierno de Turkmenistán

La historia de este cráter de Turkmenistán comenzó en los 70, cuando un grupo de geólogos de la antigua URSS se topó con una cueva de la que emanaba una gran cantidad de gas natural. Cuando la perforaron, el techo se vino abajo y se formó un boquete de 70 m de diámetro y unos 20 m de profundidad. Al percatarse del escape de gas, decidieron prenderle fuego con la esperanza de que se extinguiría en unos días, pero lleva ardiendo más de 40 años. En este tiempo, ha adquirido nombre propio –la Puerta del Infierno– y se ha convertido en la única atracción turística en una zona en la que no hay nada en 10 km a la redonda: sólo Derweze, la aldea donde está situada, en pleno desierto de Karakun.
2. Un paso exclusivo de gigantes en Irlanda

Cuenta la leyenda que hace millones de años, unos gigantes colocaron inmensas columnas en el Condado de Antrim, en Irlanda del Norte, para cruzar el canal que les separaba de Escocia. Así nació la Calzada de los Gigantes: un paisaje con 40.000 columnas de basalto, de forma exagonal y con una altura que, en algunos casos, alcanza 12 metros. En el Centro de Visitantes te contarán todo sobre esta maravilla geológica, la versión científica –procede del rápido enfriamiento de una erupción volcánica de hace 60 millones de años– y la romántica, que recrea la vida del gigante Finn McCool.
3. El escenario mejor iluminado, en Noruega

Los científicos consideran las auroras boreales o luces del norte, como el fenómeno luminoso más impresionante de la naturaleza. En Noruega, la aparición de estas cortinas, bandas y remolinos verdes –a veces, con un toque rosa o violeta– ha estado siempre ligada a mitos y leyendas y, según los vikingos, eran los escudos de las valkirias. Pero su explicación es más simple: durante sus explosiones, el sol lanza enormes cantidades de partículas al espacio que, cuando entran en contacto con la Tierra, son atraídas hacia el Polo Norte magnético, donde interactúan con las capas altas de la atmósfera y forman la aurora boreal. Hasta finales de abril puedes disfrutar de este espectáculo luminoso al que solo encontramos un problema: son impredecibles.
4. Pamukkale, el planeta de algodón turco

Además de su belleza, la antigua Hierápolis tenía una joya secreta: numerosas fuentes de agua termal rica en bicarbonato, creta y calcio que, con el tiempo, formaron una especie de terrazas con enormes bañeras blancas. Se trata de Pamukkale, un enclave idílico –castillo de algodón, en turco– que cada año visita más de medio millón de turistas.
5. Un manantial con efectos especiales en EE UU

En el Parque Nacional de Yellowstone, en Wyoming, encontrarás la fuente de aguas termales más grande de los EE.UU. y la tercera mayor del mundo. A pesar de estos datos, la magia de Grand Prismatic Spring no está en su tamaño, sino en su belleza. Su diámetro, de unos 110 m, acoge un lago que hierve a 70oC. El agua que brota del interior –a 37 m de profundidad– arrastra todo tipo de bacterias pigmentadas que tiñen la zona con los colores del arcoíris: azul en el centro, turquesa en la orilla y con unos bordes verdes en invierno y rojos y naranjas en verano.
6. La cueva de los cristales, en México

Podría ser el escenario de un cuento de hadas, si no fuera porque la temperatura de esta cueva –50oC– y su humedad –96%–, convertirían la trama en una película de terror. Aún así, Naica es por derecho propio uno de los lugares más fascinantes del planeta. Además, los cristales de selenita de esta gruta, situada en el estado de Chihuahua, fascinan también a los geólogos, interesados en explicar la extraña lentitud de su crecimiento y sus dimensiones: un solo cristal mide 12 m y alcanza las 55 toneladas. Lamentablemente, en 2017 las cuevas se cerraron para su preservación. Si eres uno de los afortunados que pudo verlas antes, comparte tu experiencia.
7. Un catálogo a todo color en Perú

En los andes de Perú, muy cerca de Cusco, Vinicunca es un escenario salido de un cuento fantástico. Es la montaña de los Siete Colores o montaña Arcoíris, un insólito espectáculo visual en los que los distintos minerales marinos, lacustres y fluviales tiñen las laderas con franjas de colores: arcilla para los tonos fucsia, óxido de cobre para los turquesa, marga para los lavanda y limonitas para las gamas de amarillo. Ni la dificultad de su acceso –hay que llegar en coche y terminar los últimos 5 km a pie o a caballo– ni su climatología –la lluvia, el viento y el frío son habituales en esta zona, aunque lo peor es el soroche, el mal de altura, debido a sus 5.200 m sobre el nivel del mar– pueden con esta extravagante belleza natural, todo un desafío para Photoshop.