Tres años después de su apertura, Narbo Via, el museo firmado por Sir Norman Foster, se consolida como uno de los grandes atractivos a la hora de visitar Narbona. Es la forma de poner en valor la romanidad que le sale por los poros a esta localidad del sureste francés y de sumar, en clave de vanguardia, otro punto de interés a su extenso catálogo. A la sombra de la omnipresente Carcasona, el destino estrella de la zona, Narbona es una alternativa más auténtica y menos masificada, un enclave en el que su extraordinario patrimonio, compite con viñedos, amor por los espacios gastro y una vía acuática, el canal de la Robine, en la que puedes transitar a ritmo lento, por tu cuenta. Recorremos 8 experiencias para descubrir en Narbona, la joya romana de Francia.
1. San Justo y San Pastor, la Catedral que no llegó a ser


Paralela al canal, una manzana concentra tres de los grandes monumentos de la localidad: el conjunto medieval del Palacio de los Arzobispos, el jardín con su claustro, y la Catedral de San Justo y San Pastor, una obra gótica que, con sus bóvedas de 41 metros, es una de las más altas del país. Inspirada en las grandes catedrales del norte de Francia, esta comenzó a construirse a principios del siglo XIII, pero la necesidad de derribar las murallas para seguir con las obras hizo que los cónsules se negaran a continuar y los trabajos, paralizados, nunca llegaron a reanudarse. Aún así, puedes ver (la entrada es gratuita) los objetos de plata y marfil de la Sala del Tesoro, admirar sus bóvedas y recorrer los patios interiores.
2. Les Grands Buffets, para comer con calidad y cantidad


Inconcebible venir a Narbona y no dar la vuelta a Francia en 370 platos, o lo que es lo mismo: cenar en Les Grands Buffets, un megabufé libre de alta gama. Comenzamos en la rotissérie, con magret de pato o buey de mar –la foto ante la cascada de langostas es única–, y seguimos con unas ostras de Gruissan, salmón, ancas de rana, foie-gras… aunque la debilidad de M. Privat, el dueño de todo esto, son los quesos: eso explica la extraordinaria oferta, con 111 variedades –4 de ellas, españolas–, que están ya incluidas en el libro Guinness. Los postres son otro espectáculo, un derroche sensorial donde los macarons, hojaldres, frutas exóticas y helados rodean a una golosa fuente de chocolate. Saboréalo en el jardín, entre las esculturas de Di Rosa. Todo por 52,90 €.
3. Palacio de los Arzobispos, una lección de historia del arte


La Edad Media fue la época de gran esplendor de Narbona, sobre todo para el clero, cuyo poder queda reflejado en el impresionante Palacio de los Arzobispos, que evoca la Ciudad de los Papas de Aviñón. Con 8 siglos de historia a sus espaldas, esta majestuosa construcción combina románico con posteriores reformas góticas y renacentistas. Monumento Histórico desde 1840, el Palais Neuf y sus torres incluyen la mazmorra del siglo XIII y la Torre Saint-Martial, del XIV y, en la actualidad, alberga el Ayuntamiento y el Museo de Bellas Artes, con una importante colección de loza y pinturas orientalistas. Para empaparte de su historia, visita su fortaleza –42 m y 162 escalones desde los que contemplar unas vistas únicas de la ciudad–, pasea junto al muro fortificado de Narbona y descansa en el claustro, custodiado por un puñado de gárgolas.
4. Via Domitia, la calzada romana del barrio de Cité


¿Un café? Acompáñalo con una lección magistral de arqueología, porque estás en pleno centro histórico de una de las ciudades más antiguas de Francia. La que fuera capital de la Galia Romana aún conserva una parte de la Via Domitia, su primera calzada en la zona, el paso obligado entre Italia y España, construido en el siglo II a. C. y descubierto en 1997. Encontrarás estos restos de Narbo Martius –primera colonia romana fuera de Italia y ciudad más importante después de Roma– en la plaza de l’Hôtel de Ville, frente al Ayuntamiento, en pleno barrio de Cité, con las losas originales de piedra y los antiguos surcos trazados por los carros que, hace 21 siglos, corrían paralelos a la costa mediterránea, entre los Alpes y los Pirineos.
5. Canal de la Robine y sus caminos acuáticos


Si buscas un momento bucólico, nada como un paseo de sobremesa por el canal de la Robine, que desemboca en el de Midi, el gran sueño romano de unir el Mediterráneo y el Atlántico. Disfruta de los geranios que adornan las barandillas y hazte un selfie junto al puente más famoso del canal: el de Marchands (Mercaderes), una original construcción con 7 arcos protegida por la Unesco. Si prefieres hacer el recorrido navegando, anímate a subir a una de las embarcaciones de Les Petits Bateaux de Narbonne, que circulan a 7 km/h por el canal de la Robine, el gran imán turístico de la localidad y Patrimonio Mundial de la Humanidad. Son barcos eléctricos que se conducen sin carné, desde 18 € el paseo de 30 minutos.
6. Les Halles, el corazón gastro de Narbona


A la hora del almuerzo se impone un paseo por Les Halles, el mercado de acero y vidrio, estilo Baltard, construido a principios del siglo XX y votado, en 2022, como el mercado más bonito de Francia. Este gastroespacio cubierto abre a diario, de 7 a 14 h, y, en sus 66 puestos puedes saborear lo mejor de la Côte du Midi en medio de un agradable ambiente sureño; incluso comprar algo y esperar a que te lo cocinen. Toda la vida de Narbona pasa por este espacio que bulle especialmente los domingos y cada día, a la hora del aperitivo, y en el que puedes ver el show que monta Gilles –antiguo jugador de rugby– en Chez Bébelle, que anuncia cada pedido por un megáfono y lo atrapa al vuelo, como si fuera un balón. Aprovecha para llevarte trufas, leche de burra, miel, queso… y disfruta sus jornadas temáticas dedicadas a la col, los callos o los higos, todo un manjar de la zona.
7. Narbo Via, un pasado 100% romano


La historia de Narbona es netamente romana y en la propia Oficina de Turismo, situada en un antiguo molino harinero, te contarán este periplo de 2.500 años. Pero, para profundizar sobre el tema –y, de paso, ver una joya de la arquitectura contemporánea–, acércate a Narbo Via, el museo arqueológico firmado por el estudio del mismísimo Norman Foster. Los 2.600 m2 de este espacio expositivo –que se completan con los de Horreum y Amphoralis– ofrecen una imagen precisa del impacto que tuvo la cultura romana en la zona, con más de 7.000 piezas, que incluyen desde 760 bloques de piedra procedentes de las necrópilis romanas, hasta pinturas galorromanas de la que fuera Narbo Martius. Además de juegos, experiencias 3D y talleres, los meses de verano el museo organiza cine al aire libre, música en directo y la Noche de las Estrellas, entre otros eventos.
8. Château L’Hôspitalet y el lujo del buen vivir


La esencia del sur francés se concentra en Le Château L’Hospitalet, un exclusivo 5* que ofrece desde yoga hasta beach club y rutas senderistas. Si esta zona te suena a vino estás en lo cierto: simplemente abre las ventanas y empápate del panorama de viñedos que se pierden hasta el Mediterráneo. Con los sentidos ya en forma, es el momento de disfrutar una visita guiada por la bodega Le Château L’Hospitalet. El que fuera capitán de la selección francesa de rugby, Gérard Bertrand, comanda este espacio líder en vinos orgánicos y con un 60% de biodinámicos. Sentirás su arte de vivir a través de catas de estos caldos con un toque a sal –las viñas están junto al mar– o en los conciertos y viernes de jazz que organiza el establecimiento.