El Romeo y Julieta a la japonesa –o, más bien, a la china, porque de ahí proviene esta antigua leyenda– se celebra hoy en muchos puntos de Japón. Es el Tanabata, un festival apoyado en una preciosa historia de amor: la de la princesa Vega (Orihime) y el pastor Altair (Hikoboshi). Vega, que era una excelente tejedora, le pidió a su padre, el Señor del Cielo (Tentei), que le permitiera conocer a alguien de quien pudiera enamorarse. Éste accedió, Vega conoció a Altair, se enamoraron y se casaron pero, al poco tiempo, empezaron a descuidar sus obligaciones, hasta el punto de que ella dejó de tejer y él desperdigó su rebaño por el cielo. El rey, enfadado, mandó separar a los enamorados que, desde entonces, solo pueden verse un día al año: el séptimo día del séptimo mes.



Según el Tanabata, cada 7 de julio –aunque hay puntos de Japón, como Sendai, que lo celebran el 7 de agosto, según el antiguo calendario gregoriano– un grupo de grullas tienden un puente para que Vega y Altai se encuentren pero, si para ese día no han terminado sus obligaciones, el Señor del Cielo hará que llueva y las grullas no podrán volar, con lo que los amantes se quedarán sin verse.
El Tanabata es uno de los grandes festivales del país, un evento en el que los japoneses escriben sus deseos en tiras de papel de colores (tanzaku) y las cuelgan en ramas de bambú. Además, la ciudad entera rinde homenaje a esta historia de amor con banderines y piñatas, visten los trajes tradicionales, escuchan música en directo, comen takoyaki –bolas de masa frita con pulpo– y yakisoba –fideos fritos con cerdo y repollo– y miran insistentemente al cielo: si llueve, los deseos no se cumplirán.



Tanabata Mitsuri
Japón
07JUL22