Amalfi Italia Carmen R. Pinos El viajero global

Costa Amalfitana, el escaparate más ‘chic’ de Italia

Delicada y elegante, la Costa Amalfitana conserva como nadie el glamour de los años 50, cuando las estrellas de Hollywood inundaron este reducto italiano de pantalones estilo capri y aperitivos con vermú, y lo convirtieron en un destino deseado y exclusivo. Hoy, estos pueblecitos de la región de Campania envuelven sus tesoros naturales con un toque de distinción pero, sobre todo, se abren al exterior. Este hermoso rincón italiano combina la pasión desmedida de Nápoles con el escaparate más ‘chic’ del Mediterráneo. Un lugar deseado por las civilizaciones más exigentes que debes conocer.

1. De Salerno a Ravello, el jardín que inspiró a Wagner

Vietri sul Mare | EVG

Salerno, segunda ciudad más poblada de Campania –tras la capital, Nápoles–, es un excelente punto de partida para recorrer la zona. Visita la catedral –dedicada a San Mateo–, el castillo medieval de Arechi y el Lungomare Trieste, un precioso paseo marítimo creado tras la II Guerra Mundial que copia los de la costa Azul francesa. Después, incorpórate a la carretera SS-163, una sucesión de vertiginosas curvas que conectan los centros balnearios. Vietri sul Mare –famoso por su cerámica multicolor–, Cetara, Maiori –muchos napolitanos tienen aquí su segunda residencia–, Minori y Atrani son los pintorescos pueblos que verás a tu paso. En cualquiera puedes tomar un típico aperitivo de anchoas con queso.

Villa Rufolo | EVG

Desde Atrani, coge el desvío hasta Ravello, un remanso de paz lejos del bullicio de la costa. Visita la catedral, dedicada a San Pantaleón –con sangre del santo y una especie de máquinas tragaperras para ofrecer limosnas– pero sobre todo, Villa Rufolo, una exclusiva mansión construida en el siglo XIII por una familia de comerciantes y sede del actual Festival de Ravello, de música clásica. Además de las vistas sobre la bahía, no te pierdas la torre Mayor, el claustro morisco y en especial los jardines, que inspiraron a Wagner para escribir su obra Parsifal.

2. Bienvenidos a la República Marítima de Amalfi

Limones de Amalfi | EVG

A 1 km te espera Amalfi, ciudad medieval y la más antigua de las cuatro repúblicas marítimas, junto con Génova, Pisa y Venecia. Recorre sus callejas hasta la mediática escalinata de la iglesia de San Andrés, donde reposan los restos del santo marinero. La parte más antigua es el campanario –bizantino y árabe– y, la más interesante, el claustro del Paraíso y sus arcos entrelazados.

Iglesia de San Andrés, en Amalfi | EVG

Junto al puerto verás la plaza dedicada a Flavio Gioia, inventor de la brújula y autor de la Tabula Amalphitana, primer código de navegación. Aquí se concentran varias tiendas donde comprar lo típico de Amalfi: limoncello –un aromático licor a base de limones y ¡ojo! de alta graduación– y papel artesanal, un arte milenario que cuenta con el Vaticano entre sus ilustres clientes.

3. De Conca di Marini a Positano, pasando por Capri

Marina di Praia | EVG

Después de joyas como el mirador de Conca dei Marini, el Fiordo di Furore, la gruta de la Esmeralda –una cueva a la que también se accede en barco– y Marina di Praia empieza una cascada de casitas multicolor que desemboca en el mar. Es Positano, una perla del turismo Mediterráneo. ¿Sus atractivos? Buenas playas, calles convertidas en un mercadillo al aire libre –elaboran unas sandalias en lo que dura un paseo– y un aire de pueblo que te encantará tanto como a los famosos que se han dejado ver por aquí, desde Matt Dillon hasta Jean Paul Gaultier o Mick Jagger. A la salida verás el hotel Il San Pietro di Positano, uno de los más caros del mundo, cuyas habitaciones superan los 1.800 €. Desde aquí se ven las islas de Li Galli donde, según la leyenda, viven las sirenas que sedujeron a Ulises.

Positano | EVG

A pesar de su reducido tamaño, Capri, la isla del deseo, ha exportado al mundo delicias tan apreciadas como la ensalada caprese (tomate, mozzarella, albahaca y aceite de oliva) y una pasión por el lujo y el esnobismo que impregna cada calle. La primavera es un momento excelente para venir a esta isla, que está a unos 30 minutos en barco de Positano. En el muelle de Marina Grande hay un funicular que te lleva a la Piazzetta de Capri. Desde aquí puedes ir paseando a la otra ciudad isleña, Anacapri, un buen lugar para llegar a la Gruta Azul y alucinar con las tonalidades irisadas que desprenden sus paredes.

4. Herculano y Pompeya: la huella del Vesubio

Pompeya | EVG

Desde Positano, Pompeya (33 km al norte) es una gran ciudad que permanece intacta. La importancia de estas excavaciones radica en que muestran la vida cotidiana y la arquitectura civil de la época. El Parque Arqueológico de Pompeya tiene 44 ha, es decir: imposible verlo todo en un día, así que selecciona algunas visitas imprescindibles. Comienza en la plaza del Foro, alrededor de la cual se establecía la vida social. Aquí está la Casa del Algodón –donde recogían orín para tratar pieles y tintes– y el Macellum o mercado. En la parte antigua está la Casa del Fauno y la de los Vetti, y en la Vía de la Abundancia –la zona comercial–, una muestra de urbanismo romano, que usaba piedras blancas para reflectar de noche y losas situadas en medio de la vía para moderar la velocidad de los carros. Además, no te pierdas el Anfiteatro –el mejor conservado del mundo romano– y date una vuelta por el Lupanar, el prostíbulo reservado a la clase más popular de Pompeya.

Paso de cebra de Pompeya | EVG

Siguiendo la línea de costa encontrarás uno de los enclaves más visitados en la zona: el Parque Arqueológico de Herculano, la antigua ciudad romana que, junto a Pompeya, quedó sepultada por la erupción del Vesubio en el año 79 a.C. Famosa por sus casas de dos pisos, merece la pena que hagas una parada para ver alguno de sus tesoros rescatados, como la balconada de madera de Casa Agro o el mosaico de la Casa de Neptuno y Anfitrite. Más adelante, la imponente figura del Vesubio, uno de los volcanes más activos del mundo, protagoniza el Parque Nacional del Vesubio y sus 8.800 hectáreas reserva de la Biosfera. Tienes 11 senderos aunque, sin duda, el más demandado es el nº 5, que conduce al cráter (obligatorio con un guía). Aquí veras cómo las inquietantes fumarolas emergen por la boca del volcán –de 650 m de diámetro–, un fenómeno que los expertos llaman reposo activo.

5. Nápoles, la gran capital del sur

Iglesia del Gesù Nuovo | EVG
Basílica de Santa Clara | EVG

Para empaparte del bullicio de Nápoles, la ciudad más poblada del sur de Italia, empieza en la Plaza de Jesús, Patrimonio de la Humanidad. En medio está la aguja de la Inmaculada –de 34 m y una de las tres de la ciudad– y, en un costado, la iglesia del Gesù Nuovo, con una impresionante fachada de almohadillado. Enfrente verás la basílica gótica de Santa Clara. Admírala sin prisas y recorre su claustro de mayólicas policromadas que reproducen escenas de la vida exterior: podrás imaginar cómo vivían las monjas de clausura en este oasis de paz. La calle San Biagio dei Librai, –Spaccanapoli (rompenápoles) para los amigos–, concentra joyas como la estatua del Nilo o el pináculo barroco en San Domenico Maggiore. Y un monumento gastro: Scaturchio, una legendaria pastelería que, desde 1903, elabora babà (bizcocho borracho con forma de Vesubio) y sfogliatelle (finísimo hojaldre con ricotta).

Galleria Umberto I | EVG
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Aprovecha que la zona está tomada por los universitarios para comer al estilo napolitano: pizza margherita y una jarra de cerveza consumidas a toda velocidad. En la calle paralela, Via dei Tribunali, no te pierdas la iglesia gótica San Lorenzo Maggiore, construida sobre los restos de un mercado romano de carne y pescado que puede visitarse. Vuelve a la plaza de Jesús y enlaza con Via Toledo, una gran arteria napolitana repleta de bancos, lujosas tiendas y magníficos ejemplos de arquitectura civil. El primero que verás es la Galleria Umberto I, neoclásica y barroca, y diseñada a imagen de la de Vittorio Emanuele de Milán. A un costado está el castillo Maschio Angioino o Castel Nuovo, con el frente revestido de mármol blanco y, junto a él, el palacio Real y la plaza del Plebiscito (la mayor de Nápoles) con la iglesia de San Francisco de Padua, copia de San Pedro en Roma.

Plaza del Plebiscito | EVG
Gran Caffè Gambrinus | EVG

Estás en el mejor lugar para hacer un alto y tomar un café en el Gran Caffè Gambrinus, como en su día lo hicieron Verdi u Oscar Wilde. Si quieres ver más arte, la oferta es inagotable, desde museos que conservan la riqueza napolitana –el Capodimonte, con porcelanas y obras de Tiziano, Caravaggio…– hasta los que muestran las tendencias contemporáneas –Donnaregina y MADRE– o arqueológicas, como el Museo Arqueológico Nacional, con joyas de Pompeya y Herculano. Termina en el Castel dell’Ovo: 100% napolitano, el más antiguo de la ciudad y con una inmejorable panorámica de la bahía.

6. El megapalacio de Caserta y el experimento social de ‘Fernandópolis’

Palacio Real de Caserta | EVG

La cercanía del Palacio Real de Nápoles al puerto y al ataque inglés hizo que Carlos de Borbón buscara una segunda residencia. La elegida fue Caserta, una zona llena de caza –su afición favorita– y alejada de la amenaza del Vesubio, que necesitaba con urgencia una inyección económica. El monarca encargó al arquitecto Vanvitelli que levantara un edificio a imagen y semejanza de Versalles. La inmensa residencia, el Palacio Real de Caserta, tiene cuatro patios, 1.200 habitaciones, 34 escalinatas, capillas, museos y teatros decorados con mármol de Carrara, oro y seda.

Jardines del Palacio Real de Caserta | EVG

Los jardines del Palacio no se quedan atrás. Son más de 120 hectáreas de veredas y juegos de jardinería coronados con fuentes tan hermosas como la Gran Cascada o fuente de Diana. La grandiosidad de la zona se completa con el Conjunto Monumental del Belvedere de San Leucio, un proyecto de Fernando IV. El monarca impulsó la producción de seda con un revolucionario sistema social que llamó Fernandópolis. Además, creó una especie de comuna con casas y sueldos igualitarios para los empleados de la seda. Reserva tiempo para ver el museo y los bellos jardines, y para empaparte de este evocador espacio.

La imagen que abre el texto es Vista de Amalfi desde la costa | EVG

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