Si antes era famosa por los caballeros de la Cruz de Malta y por The maltese falcon –con el genial Humphrey Bogart interpretando el texto del no menos genial Dashiell Hammett–, en los últimos años el país más pequeño de la Unión Europea es un clásico de los erasmus, los cursos de inglés y los vuelos low cost y ha ido ganando peso como uno de los destinos más económicos del Mediterráneo. Con casi igual número de defensores que de detractores, Malta se mueve entre lo bohemio y lo decadente, lo cutre y lo exquisito, lo genuino y lo global.
A riesgo de convertirse en un enclave masificado y sin identidad, te contamos los puntos menos buenos de Malta (que los tiene) y reivindicamos su gran potencial: descubrimos 10 claves para desmontar Malta, el paraíso low cost.


1. El inglés es uno de los idiomas oficiales (junto con el maltés) y las academias de idiomas se multiplican como hongos, pero Malta no es el mejor sitio para practicar o hablar inglés. En los enclaves turísticos es frecuente ver anuncios en este idioma con más de una falta de ortografía y, en la calle, la gente lo habla, pero con un acento complicado de entender.
2. Si te gusta la fotografía, este país no te va a defraudar. Aquí puedes dar rienda suelta a todo tipo de imágenes y estilos, desde las estampas marineras con vibrantes colores de Marsaxlokk, hasta los famosísimos atardeceres dorados de Cottonera, la cúpula de Mosta, el silencio de Rabat, el bullicio de los mercadillos en La Valetta…
3. Tanto Malta, como Gozo y Comino –las tres islas principales de este archipiélago que forman el país–, tienen un tamaño muy accesible (315 km2), perfecto para recorrer en coche. El alquiler está a la orden del día y es económico, pero ¡ojo! Conducir por la izquierda manejando el volante a la derecha es toda una experiencia si no estás acostumbrado. Los primeros días, incluso yendo de pasajero resulta inquietante ver cómo los coches entran en las rotondas por el lado contrario.


4. En el plano gastronómico, no esperes descubrir nada nuevo. Lo que a primera vista podría parecer una cocina ecléctica y diversa, influida por las diferentes culturas que han pasado por estas tierras, es más bien un batiburrillo inconexo, marcado por los gustos de los turistas. Abundan los pequeños restaurantes de comida turca y griega, las pizzerías y las clásicas multinacionales de comida rápida.
5. Paralelamente y, como en cualquier país mediterráneo, el gusto por la buena mesa es una religión y la comida maltesa, un auténtico placer. Destaca la ftira (4 €)-una especie de bocadillo con un pan parecido a nuestro mollete, relleno de atún–, el pastizzi –un hojaldre relleno de queso y pasta de guisantes– y los platos a base de conejo. Salirse de los lugares turísticos es difícil pero la recompensa es encontrar una oferta fuera de ruta y realmente sabrosa. Incluso 6 restaurantes con estrella michelín, 3 de ellos en la capital, La Valetta.
6. El transporte es uno de los activos más potentes del país. Funciona de maravilla, es puntual y súper económico (2 €) y se puede pagar con tarjeta. Además, parece estar pensado para los turistas, ya que cada billete tiene una duración de 2 horas: el tiempo necesario para ver un enclave y enganchar con otra visita en el trayecto de vuelta, ya que incluye transbordo. La oferta de transporte se completa con los ferrys –también funcionan muy bien; desde 2,80 €– y, de noche, con los autobuses nocturnos.


7. La corriente no va a 220V, sino a 125V. Eso significa que tendrás que llevar un adaptador de corriente o comprarlo allí y que te darás cuenta de la cantidad de aparatos que tienes que conectar: móviles, tablets, cámara de fotos, secador… y de que con uno o dos adaptadores no tienes suficiente. Volviendo al transporte público, una idea es llevarte el cable del cargador y enchufarlo cuando subas al bus. Así, te evitas el adaptador de corriente, no vas cargado y llevas el móvil siempre a punto.
8. Las playas son escasas y, quitando maravillas como Golden Bay, Ghajn Tuffieha Bay y alguna más, el resto no tiene mucho que ver con nuestra idea de playa, con kilómetros y kilómetros de fina arena. Aún así, en cualquier lugar donde mínimamente sea posible llegar al agua verás a gente tumbada tomando el sol sobre las rocas, incluso con chiringuitos y alquiler de sombrillas (que, a falta de arena donde clavarlas, sujetan con grandes piedras) y hamacas. Eso sí: la gran mayoría tienen bandera azul.
9. En verano hace calor. Muchísimo. Tenlo en cuenta a la hora de organizar rutas, porque a veces es realmente insoportable pasear bajo el sol y los lugares protegidos con toldos no abundan. Se impone evitar las horas centrales del día –madrugar es una opción, porque amanece antes que en España–, usar gorro y protector solar y llevar agua. Puedes comprarla en cualquier comercio o llenarla en una fuente pública. En algunas playas también encontrarás máquinas para rellenar las botellas de agua, con o sin gas. Solo cuesta 0,10 € el 1/2 litro, pero te avisamos: sigue estando salada y sobre todo, muy caliente.


10. En los últimos años, los precios bajos y la amabilidad maltesa han multiplicado los viajes de estudiantes y las despedidas de soltero, lo que ha traído un buen número de mochileros y turistas en busca de juerga, desfases de alcohol y comida basura. Los puntos más céntricos están llenos de boat party, gente con diademas de penes y barrios enteros dedicados al ocio nocturno, algo extraño en un país al que no le gusta especialmente trasnochar. Como consecuencia de este turismo low cost, el patrimonio cultural del país esté casi siempre vacío, así que nuestra recomendación está clara: aprovecha para visitarlo, porque Malta está repleta de joyas arquitectónicas y restos arqueológicos absolutamente impresionantes.